Amaneció un hermoso cielo gris que oscurecía la mañana. Después la lluvia que no habíamos visto desde hacía 5 ó 6 meses comenzó a caer con tal fuerza que no veíamos el camino, pero a pesar de la cortina de agua seguimos nuestro viaje a Fontanillas de Castro (Zamora).
Esa lluvia tan esperada nos creó una gran incertidumbre en nuestro viaje desde Tordesillas con Bruno, Cristina, Boni y María Ángeles, Fernando y yo, pero esa lluvia tan deseada como imprevista creó un insólito paisaje húmedo con cielos de tormenta tan turbios como resplandecientes “Se apozan los signos en las nubes“. Allí estuvieron también, para acompañarnos, Carmen, José y Cipri, familiares entrañables, residentes en la zona.
En medio de la nada recité sus versos, sus poemas, lo que más me serena, en medio de la belleza que aún, a lo lejos conserva ese paisaje, esa belleza que nos envolvía, nos daba fuerza y nos recogimos en un abrazo. ¡Tantos recuerdos! Las casas viejas, abandonadas
¡Es ya otro tiempo, otra vida, otro paisaje, otro mundo, otras vidas!
Allí recordé este poema:
"Que te baste la sola
presencia de los seres, el prado, unos pasos,
la imaginaria línea recta que desciende
por la ladera del valle, todo lo que abarca la vista y sin emoción
desciende, el vuelo tan silencioso de los pájaros,
la manada dispersa
e inmóvil como si abrevara en medio de un río.
Oculta permanece la razón de las cosas:
el sendero se pierde
entre los helechos y la víbora se esconde,
reúne para dormir la sombra de las matas"
De Aleda. En La sumisión de los árboles (1996)
Nos
acordamos de todos, los viajeros, los que ya habían vuelto al trabajo, los
definitivos ausentes, cerramos el ciclo, pero persiste la belleza de sus textos
que permanecerán en nuestra vida mientras tengamos memoria.
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