domingo, 18 de diciembre de 2016

Nace la Asociación de Amigos del Instituto Zorrilla de Valladolid




La ordenación administrativa del Estado en provincias supuso la creación de instituciones encaminadas a la reafirmación funcional del hecho provincial. Entre ellas, las destinadas a la Educación ocuparon un papel primordial. Tal es el origen y el fundamento de los Institutos Provinciales de Segunda Enseñanza que vieron la luz  en la segunda mitad del siglo XIX. A veces, como ocurre en Valladolid, se utilizaron con tal fin edificios históricos relevantes como el Colegio de Santa Cruz o el Colegio de San Gregorio, aunque se trataba de instalaciones que, dada la precariedad de su  estado, no reunían las condiciones necesarias para garantizar, incluso, la seguridad de alumnos y profesores.

            Será en el siglo XX cuando por Real Decreto de 18 de Abril de 1900 se lleve a cabo la creación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, al que se dota, por vez primera, de una partida presupuestaria destinada a la construcción de edificios con fines educativos. Un objetivo que quedará plasmado en Valladolid, por RD de 1 de febrero de 1901, en el que Ministerio autoriza la construcción de un edificio con destino al Instituto provincial de Segunda Enseñanza de Valladolid en terreno ofrecido `por la Diputación Provincial con el proyecto presentado por el arquitecto D. Teodosio Torres, quien un año antes había conocido en Paris el edificio, recientemente inaugurado, de la Escuela de Bellas Artes, y que tuvo gran influencia en la concepción y diseño del proyecto.
         La obra quedará culminada en 1907, formando parte indisociable de una de las plazas más emblemáticas de nuestra ciudad, en la que comparte monumentalidad y dimensión estética con la Iglesia de San Pablo, con el Palacio Pimentel y el Palacio Real. De ello dará testimonio fidedigno y expresivo su Director, D. Policarpo Mingote Tarazona, en la espléndida Memoria publicada ese mismo año. Años más tarde, cuando en 1932 la Segunda República crea dos nuevos Institutos en Valladolid - uno en la misma ciudad y otro en Medina de Rioseco -  el Claustro de profesores solicita del gobierno un nombre para el hasta entonces único Instituto provincial. Y es así, como en respuesta a dicha solicitud, la Gaceta de Madrid señala, con fecha de 6 de Diciembre de 1932, que “a propuesta del Claustro del Instituto provincial de Segunda Enseñanza de Valladolid para honrar la memoria del poeta vallisoletano, este Ministerio ha resuelto que el referido centro se denomine en los sucesivo Instituto Nacional de Segunda Enseñanza Zorrilla”. Es la feliz denominación que se ha mantenido hasta nuestros días, y que cobra en estos momentos particular significado cuando se conmemora  el bicentenario  del nacimiento de José Zorrilla.

            A lo largo de más de un siglo ha acogido la presencia de miles de profesores y de alumnos. En el recuerdo reviven nombres tan señeros con Ricardo Macías Picavea,  Fernando Amor y Mayor, Francisco López Gómez,  Narciso Alonso Cortés y tantos otros. Todos han dejado, con su actividad y su esfuerzo, un legado de inmenso valor, del que debemos sentirnos orgullosos y que, precisamente por la importancia que posee, tenemos el deber ineludible de proteger y difundir. Ello justifica el deseo de preservar tanto la historia vivida a través de experiencias múltiples como su patrimonio material e inmaterial con la evocación y el afecto de cuantos hemos pasado por sus aulas, laboratorios y corredores. El propósito se ha materializado, al fin, con la creación de la Asociación de Amigos del Instituto Zorrilla  que ha visto la luz el 13 de Diciembre del 2016, tal y como consta en el Registro de Asociaciones de la Delegación Territorial de la Junta de Castilla y León.

lunes, 22 de agosto de 2016

Viaje a Rusia

Por fin, he visitado San Petersburgo. Ello me ha permitido disfrutar del soberbio y bárbaro esplendor de esta ciudad. Es una ciudad grandiosa en sus construcciones, en su trazado. Una ciudad armoniosa en sus edificios. Durante su construcción y a lo largo del siglo XIX ningún edificio podía superar en altura al Palacio de Invierno. De ahí, de esa medida moderna deriva la armonía y la belleza de la ciudad actual.


Los orígenes en la Isla de las Liebres, en la que Pedro I se construyó su primera casa de madera para dirigir las obras de la que habría de ser su proyecto más ambicioso: una ciudad racional sobre el delta del rio Neva, un río corto - setenta kilómetros desde el Lago Ladoga hasta el Báltico - pero muy caudaloso en todo su recorrido, llegando a alcanzar más de cuarenta metros de profundidad. Allí en la Isla, en la fortaleza de Pedro y Pablo, geometría rodeada por el recodo del Neva, emerge esbelta la bellísima aguja de oro interminable de la catedral, la primera de San Petersburgo. La catedral de Pedro y Pablo se convertirá en el emblema de la ciudad. En pleno río, el primer puerto, el puerto del siglo XVIII con sus atarazanas y sus famosas columnas rostrales, que marcan con los mascarones de los barcos derrotados las grandes victorias de Pedro I sobre los países bálticos. Las columnas rostrales, con sus permanentes antorchas encendidas, eran los faros de este primitivo puerto, hoy escenario turístico abierto al Neva.





Columnas rostrales (faros) en el antiguo puerto sobre el Neva. Al fondo, el Palacio de Invierno, que actualmente alberga el Museo Hermitage





Estatua erigida a Alexander Nevsky frente a la Avenida (Perspectiva) que lleva su nombre


El eje de la ciudad, ya trazado por Pedro I, es la Perspectiva Nevski, referente y arteria principal de San Petersburgo, una larga y espaciosa avenida, que en su extremo norte culmina en el edificio del Almirantazgo, junto al río Neva. A lo largo de su trazado aparece jalonada por innumerables palacios, y en ella destaca el obelisco que, frente a la estación de Finlandia, conmemora la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Ofrece un trayecto muy interesante, que permite apreciar la monumentalidad de la arquitectura civil y la relevancia de algunos de los grandes edificios religiosos, entre los que destacaría la Catedral de San Isaac, rodeada de una espectacular columnata donde se perciben los impactos de los proyectiles lanzados por los nazis,  y la de Santa María de Kazán, frente al espléndido edificio antaño ocupado por la fábrica Singer, y cuyo diseño evoca el diseño con que fue concebida la Plaza de San Pedro en Roma.


Antes de llegar a su extremo, un desvío a la derecha nos aproxima a la Plaza del Palacio de Invierno, que se abre a través de una inmensa construcción militar en arco, ofreciendo la perspectiva hacia la pesada columna de granito, coronada con su Angel de oro en el centro de la Plaza.