lunes, 22 de agosto de 2016

Viaje a Rusia

Por fin, he visitado San Petersburgo. Ello me ha permitido disfrutar del soberbio y bárbaro esplendor de esta ciudad. Es una ciudad grandiosa en sus construcciones, en su trazado. Una ciudad armoniosa en sus edificios. Durante su construcción y a lo largo del siglo XIX ningún edificio podía superar en altura al Palacio de Invierno. De ahí, de esa medida moderna deriva la armonía y la belleza de la ciudad actual.


Los orígenes en la Isla de las Liebres, en la que Pedro I se construyó su primera casa de madera para dirigir las obras de la que habría de ser su proyecto más ambicioso: una ciudad racional sobre el delta del rio Neva, un río corto - setenta kilómetros desde el Lago Ladoga hasta el Báltico - pero muy caudaloso en todo su recorrido, llegando a alcanzar más de cuarenta metros de profundidad. Allí en la Isla, en la fortaleza de Pedro y Pablo, geometría rodeada por el recodo del Neva, emerge esbelta la bellísima aguja de oro interminable de la catedral, la primera de San Petersburgo. La catedral de Pedro y Pablo se convertirá en el emblema de la ciudad. En pleno río, el primer puerto, el puerto del siglo XVIII con sus atarazanas y sus famosas columnas rostrales, que marcan con los mascarones de los barcos derrotados las grandes victorias de Pedro I sobre los países bálticos. Las columnas rostrales, con sus permanentes antorchas encendidas, eran los faros de este primitivo puerto, hoy escenario turístico abierto al Neva.





Columnas rostrales (faros) en el antiguo puerto sobre el Neva. Al fondo, el Palacio de Invierno, que actualmente alberga el Museo Hermitage





Estatua erigida a Alexander Nevsky frente a la Avenida (Perspectiva) que lleva su nombre


El eje de la ciudad, ya trazado por Pedro I, es la Perspectiva Nevski, referente y arteria principal de San Petersburgo, una larga y espaciosa avenida, que en su extremo norte culmina en el edificio del Almirantazgo, junto al río Neva. A lo largo de su trazado aparece jalonada por innumerables palacios, y en ella destaca el obelisco que, frente a la estación de Finlandia, conmemora la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Ofrece un trayecto muy interesante, que permite apreciar la monumentalidad de la arquitectura civil y la relevancia de algunos de los grandes edificios religiosos, entre los que destacaría la Catedral de San Isaac, rodeada de una espectacular columnata donde se perciben los impactos de los proyectiles lanzados por los nazis,  y la de Santa María de Kazán, frente al espléndido edificio antaño ocupado por la fábrica Singer, y cuyo diseño evoca el diseño con que fue concebida la Plaza de San Pedro en Roma.


Antes de llegar a su extremo, un desvío a la derecha nos aproxima a la Plaza del Palacio de Invierno, que se abre a través de una inmensa construcción militar en arco, ofreciendo la perspectiva hacia la pesada columna de granito, coronada con su Angel de oro en el centro de la Plaza.