lunes, 29 de agosto de 2022

El fin de un ciclo. Tomás Salvador González: siempre en el recuerdo

 


    Amaneció un hermoso cielo gris que oscurecía la mañana. Después la lluvia que no habíamos visto desde hacía 5 ó 6 meses comenzó a caer con tal fuerza que no veíamos el camino, pero a pesar de la cortina de agua seguimos nuestro viaje a Fontanillas de Castro (Zamora).

            

Esa lluvia tan esperada nos creó una gran incertidumbre en nuestro viaje desde Tordesillas con Bruno, Cristina, Boni y María Ángeles, Fernando y yo, pero esa lluvia tan deseada como imprevista creó un insólito paisaje húmedo con cielos de tormenta tan turbios como resplandecientes “Se apozan los signos en las nubes“. Allí estuvieron también, para acompañarnos, Carmen, José y Cipri, familiares entrañables, residentes en la zona. 



            
A mi hermano Tomás le gustaba la lluvia y también para todos nosotros resultó purificadora, íbamos a cerrar un ciclo, íbamos a despedir la última ceniza de Tomás allá frente a la Sierra de la Culebra, en la cerca de piedra de la era triangular, lo poco que nos queda de aquel paisaje feliz de nuestra vida. Todo eran hierbas altas, senderos impenetrables y encharcados por la tormenta.

            En medio de la nada recité sus versos, sus poemas, lo que más me serena, en medio de la belleza que aún, a lo lejos conserva ese paisaje, esa belleza que nos envolvía, nos daba fuerza y nos recogimos en un abrazo. ¡Tantos recuerdos! Las casas viejas, abandonadas 

    ¡Es ya otro tiempo, otra vida, otro paisaje, otro mundo, otras vidas!

    Allí recordé este poema: 

"Que te baste la sola

presencia de los seres, el prado, unos pasos, 

la imaginaria línea recta que desciende

por la ladera del valle, todo lo que abarca la vista y sin emoción

desciende, el vuelo tan silencioso de los pájaros,

la manada dispersa

e inmóvil como si abrevara en medio de un río.

Oculta permanece la razón de las cosas:

el sendero se pierde

entre los helechos y la víbora se esconde, 

reúne para dormir la sombra de las matas"

De Aleda. En La sumisión de los árboles (1996)


            Nos acordamos de todos, los viajeros, los que ya habían vuelto al trabajo, los definitivos ausentes, cerramos el ciclo, pero persiste la belleza de sus textos que permanecerán en nuestra vida mientras tengamos memoria.