sábado, 4 de octubre de 2014

Viaje a Sicilia

Palermo 

En Palermo puse mis ojos en el mar que divisaba al salir del aeropuerto, dedicado a la memoria de los jueces Falcone y Borsellino, asesinados por la mafia. Palermo,repleta  de calor y humedad, es todo mezcla y mar Mediterráneo en sus callejuelas estrechas y en sus grandes plazas y teatros. Garibaldi es su figura contemporánea, el resto es pasado esplendoroso, antiguo y decadente. A los pies de Montepellegrino, Palermo es vitalidad, tumulto, frenesí de tráfico. 



Su catedral, construida a lo largo de los siglos, es el fiel reflejo, el testimonio patente de su Historia. Conserva la planta cuadrada y los muros externos de la mezquita musulmana, sobre la que se han levantado los muros normandos, las fachadas renacentistas y la cúpula neoclásica. En el interior destaca la riqueza del oro y la belleza del lapislázuli. 




Pocos edificios igualan en la capital siciliana la belleza del Teatro Máximo, su escalinata, sus columnas, su friso, su tímpano...pero, sobre todo, su color y su olor a grandes espectáculos en una plaza concurrida, dedicada al recuerdo perenne de Giuseppe Verdi, a la luz de la luna y donde  en la memoria resuenen los acordes de Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni, con los que finaliza, en la famosa escena de la escalinata, la saga de Il Padrino, esa obra maestra del cine, realizada por Francis Ford Coppola






Monreale

Muestra la riqueza unida al poder bendecido por la religión. La Capilla Palatina de Palermo y el Palazzio de Monreale comparten la estructura arquitectónica y el elemento decorativo del mosaico dorado: "Yo soy la luz del mundo". La luz dorada que corona los ábsides y las bóvedas que descansan sobre las gigantescas columnas romanas reflejan la riqueza en este mundo antiguo y medieval. La riqueza es el símbolo más representativo del poder, un poder que ensalza lo divino y que bendice y justifica el poder ejercido por el rey en la tierra. 

Desde Monreale se divisa la vasta llanura en la que se extiende la ciudad de Palermo, una espléndida atalaya abierta a la visión del mar. 



En realidad, todo el conjunto configura el espacio formado por la iglesia, el monasterio y el palacio de corte militar y defensivo, de muros gruesos, infranqueables ante la llegada de los otros. La belleza de su claustro de columnas doradas de mosaico y su fuente en forma de palmera es inigualable. Ese claustro me cautivó. 




Siguiendo el mar Tirreno hasta Cefalú 




Entre las montañas calcáreas, descarnadas y áridas, y el mar inaccesible. Es un paisaje típicamente mediterráneo de chumberas, palmeras y olivos, predominantes entre los cañaverales, los naranjos y los limoneros. Puentes viejos, casas decadenantes, inmensas cortinas protegiendo las ventanas del sol... y, en la tierra feraz, las verduras, diversas y exquisitas. 








Cefalú está presidida por una gran roca, con forma de cabeza - de ahí su nombre, κεφάλι -, que abre paso a una ciudad recoleta, donde destaca una soberbia catedral y en la que es posible visitar unos curiosos lavaderos medievales, con pilas labradas en la roca y alimentadas por un arroyo que se sumerge en las profundidades de la mole kárstica. 



Erice

Tras un acceso complicado a través de la montaña, y ante el magnífico espectáculo de la ciudad de Trápani y de la costa norte siciliana, la llegada a Erice - a 750 metros de altitud - se presenta deslumbrante. La ciudad de Eneas, con el templo de Venus, sobre el que posteriormente se construyó el castillo normando. De pronto aparece envuelto en la niebla, que poco a poco se iba desvaneciendo para dejar al descubierto su caserío de color gris, sus viviendas enraizadas en la tierra, sus calles empinadas, un discreto encanto, en fin, en sus gentes y en la imagen global de la villa. 






En el recorrido llama la atención el balcón desde el que Giusseppe Garibaldi  se dirigió al pueblo llamando a la unidad de Italia. Personaje glorioso hoy, humillado entonces, sigue presente en la Sicilia contemporánea, junto a Eneas, fundador de Erice. Héroe clásico en el presente, aureolado por el triunfo, sin poder respirar en su época el aire de la gloria. 





Ruinas maravillosas, testimonios de un pasado de esplendor

Este mundo antiguo derrumbado. Este mundo devastado nos llega como el eco del germen de nuestro propio origen, de nuestro propio ser. Su pensamiento lo hemos hecho nuestro. La pervivencia de sus ruinas perseverantes han sobrepasado el transcurso del tiempo y de todos los devenires de la Historia. Su singularidad inicial llega hasta nosotros con la belleza de su origen y su magnificencia que se recrece en medio del paisaje. Lo vimos en Segesta... lo vimos en Selinunte, con el enorme impacto visual que provocan en este caso los restos acumulados del templo derruido por el terremoto que asoló este sector de Sicilia  a finales del siglo XVII. 







Bahia de Siracusa 

Déjame, Lara,  mi pequeña y dulce nieta, serenarme en la mirada de este mar navegando por la historia de mil barcos. Dájame descubrir la belleza, su belleza de lado a lado, de tierra a mar, de puerto a mar abierto. Estoy en Siracusa. Déjame serenarme en la brisa de este mar y enseñarte a través de mi mirada la belleza que encierra. Déjame transmitir a tus ojos la distancia de 2500 años de vida y el  placer del instante. Algún día tú navegarás este mar. Recuerda la belleza que trato, con todo cariño, de darte a conocer. 



Subida al Etna 

En el Etna, negro sobre negro, bajo un cielo azul, la brisa agita nuestra ropa en la visión inmensa del río de lava, que recorre, sinuoso, la ladera, arrasando el mundo a su paso. Al fondo, bajo una ligera bruma aparece el pinar, un punto verde en la negrura salpicada de "cráteres silvestres", así los llaman aquí. En el lejano y descendente horizonte todo es lava mantenida, todo negro sobre negro. De pronto, el silencio; solo el Etna amenazante nos sostiene. 



Hay un  primitivismo en el paisaje que sugiere la naturaleza a la vez constructora, violenta y poderosa. Mientras Fernando asciende en la distancia, yo reposo contemplando el impresionante conjunto de conos volcánicos, que alguna vez fueron bocas de fuego ardientes, y los mil horizontes a que se abre el Etna imponente. Perderse en la inmensidad del "malpaís", perderse en otro lugar en el fin del mundo...fundida en negro y ocre.  




Paciente y tenaz, Fernando ha culminado la cima. ¡Qué valor!
En el centro de esta hostil naturaleza, el cerro inverso y dorado sostiene el fondo del cráter, como si fuera un arco hecho por la mano del hombre de lado a lado. Abundan las mariquitas rojas, caminando a su paso sobre estas tierras negras. Son un punto de color, impasibles a lo que las rodea, pues éste es su territorio. 



Mientras escribo, solo el viento a mi alrededor, en la soledad de estas tierras imperiosas. Al mirarlas no comprendo el miedo y me sorprendo de mi propio valor ante el espectáculo de este desolado paisaje de furia y de fuego. Mientras escribo Fernando desciende de lo alto por la pendiente negra y desolada. Nos saludamos a lo lejos. Contengo el aliento en la mirada. No es bajada fácil ni cómoda, observando cómo sus pisadas levantan suaves polvaredas a su paso.