En el infinito
paisaje invisible de su niebla, Valladolid guarda muchas figuras
representativas de su pasado, figuras que, desgarradas por el tiempo y por los
acontecimientos que vivieron, merecen ser recordadas. Hoy acogedora y abierta,
era en las primeras décadas del siglo XX
una ciudad en la que todos se conocían, aunque la guerra civil y la etapa de
silencio que la siguió hicieron que muchas relaciones antes estrechas acabaran
por desaparecer. ¡Qué difícil debió resultar para esos vallisoletanos postergados
mantener vivo el recuerdo de sus familiares y de sus sensibilidades heridas y
destrozadas! La muerte es lo de menos, dice Sandor Marai, lo que importa es la
memoria, el rechazo al olvido.
Remigio Cabello
El Partido Socialista Obrero Español se
prepara para conmemorar, a lo largo del 2011, el centenario de su presencia por
primera vez en el Ayuntamiento de la capital. Tuvo lugar a raíz de las municipales
de 1911, en las que Remigio Cabello, que en 1894 había fundado la Agrupación Socialista
Vallisoletana, y Martín Sanz Díez, fueron elegidos por el distrito del
Campillo, solo un año después de que Pablo Iglesias obtuviera su acta de diputado
en las Cortes Generales. Se inicia con ellos una trayectoria de representación
política en la vida municipal que concluirá trágicamente el 7 de octubre de
1937 con el fusilamiento del último
alcalde socialista republicano, Antonio García de Quintana. Supone la culminación
de una etapa que se volverá a abrir, una vez recobrada la libertad, con la
llegada a la alcaldía, tras las elecciones del 1 de marzo de 1979, de Tomás
Rodríguez Bolaños, que tuvo que hacer frente, con limitadísimos recursos, a los
numerosos problemas en los que estaba sumida una ciudad con graves carencias de equipamientos en sus
barrios periféricos, amén de la situación de deterioro y destrucción de buena
parte de su centro histórico.
En
este recorrido dos figuras emergen con fuerza. Una es la de Don Federico Landrove Moiño, catedrático de
Física de la Escuela
Normal , primer alcalde socialista elegido democráticamente en
1931, y para quien la educación era la
base de la profunda transformación que España iniciaba con la proclamación de la Segunda República ,
en un país con más donde las tres cuartas de la población era analfabeta. Landrove
sería nombrado Director General de Primera Enseñanza por el ministro de
Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, responsable de que durante este
periodo, en plena crisis económica mundial, el presupuesto de educación pasara de
4 a 40
millones de pesetas de la época, lo que
permitió, entre otras realizaciones, construir en España más de 7.000 escuelas.
Federico Landrove
Su familia fue víctima de una brutal represión tras la rebelión militar. Confinada su esposa, María López, en Olmos de Esgueva, su hijo, Federico Landrove Pérez, abogado del Estado con el número uno de la oposición y diputado en Cortes, sería fusilado en Valladolid, mientras era encarcelada su esposa, que había dado a luz unos meses antes. Durante mucho tiempo se desconoció la suerte de esta familia. No se sabrá hasta mediados de los cincuenta, coincidiendo con la publicación de las memorias de un militante falangista de la fracción de Manuel Hedilla que compartiría celda con él en la prisión de Segovia, y en las que daría a conocer su muerte y las terribles condiciones de su encarcelamiento, ya gravemente enfermo. Fue así como la familia conoció el final del primer alcalde socialista de Valladolid. Datos que, recogidos por su nieto, Gerardo Landrove Díaz, Catedrático de Derecho Penal .en
De
relevante ha de ser calificada también la figura de Antonio García de Quintana, el mejor alcalde de Valladolid.
Tras la publicación del libro “La Hija del Alcalde “ de Carmen Cazurro García de Quintana,
Catedrática de Literatura Española en la Universidad de San Juan de Puerto Rico, los
vallisoletanos conocemos con precisión los hechos que condujeron al asesinato
de su abuelo el 7 de Octubre de 1937, tras ser condenado en Consejo de Guerra
en un juicio sin las mínimas garantías.
Un juicio infame, en el que no se dejó declarar a ningún testigo, ni siquiera
al Arzobispo Remigio Gandásegui, amigo personal del Alcalde y conocedor de
su inocencia, y que además se celebró, para mayor escarnio, en el Salón de plenos del Ayuntamiento. Otra manifestación más de la historia de la infamia.
Su obra en la
ciudad fue ingente. Baste recordar que en 1931 había en Valladolid 13.500 niños entre los 6 y los 11 años de los
que solo estaban escolarizados 3. 000. El objetivo del alcalde era afrontar la
situación de los 10.500 restantes. De 59
escuelas en 1931 se pasó a 127 en 1933, al tiempo que se ponía en marcha un
plan de comedores escolares para atender a más de 800 niños, proporcionando
ropa y calzado a 2.500. Creó el Instituto de Puericultura que, entre otras
actividades, facilitaba leche pasteurizada
a los lactantes a través del programa conocido como “La gota de leche”, experiencia pionera en
España, al tiempo que se dotaron bibliotecas y parques infantiles,
como el del Poniente.
Estos
y otros temas serán objeto de la conmemoración que, a partir del 14 de enero,
servirá de homenaje a todas estas figuras del municipalismo vallisoletano,
enmarcadas en las celebraciones de un centenario destinado al reconocimiento de
quienes tanto aportaron a la historia de Valladolid, y cuya obra no debe ser
ignorada pues aporta una valiosa lección para cuantos entienden que el pasado
de la ciudad concierne a todos sin exclusiones así como para los dirigentes
socialistas ante la cambiante y compleja realidad del siglo XXI.