sábado, 12 de noviembre de 2011

Un centenario para recordar

En el infinito paisaje invisible de su niebla, Valladolid guarda muchas figuras representativas de su pasado, figuras que, desgarradas por el tiempo y por los acontecimientos que vivieron, merecen ser recordadas. Hoy acogedora y abierta, era en las  primeras décadas del siglo XX una ciudad en la que todos se conocían, aunque la guerra civil y la etapa de silencio que la siguió hicieron que muchas relaciones antes estrechas acabaran por desaparecer. ¡Qué difícil debió resultar para esos vallisoletanos postergados mantener vivo el recuerdo de sus familiares y de sus sensibilidades heridas y destrozadas! La muerte es lo de menos, dice Sandor Marai, lo que importa es la memoria, el rechazo al olvido.


Remigio Cabello

             El Partido Socialista Obrero Español se prepara para conmemorar, a lo largo del 2011, el centenario de su presencia por primera vez en el Ayuntamiento de la capital. Tuvo lugar a raíz de las municipales de 1911, en las que Remigio Cabello, que en 1894 había fundado la Agrupación Socialista Vallisoletana, y Martín Sanz Díez, fueron elegidos por el distrito del Campillo, solo un año después de que Pablo Iglesias obtuviera su acta de diputado en las Cortes Generales. Se inicia con ellos una trayectoria de representación política en la vida municipal que concluirá trágicamente el 7 de octubre de 1937 con  el fusilamiento del último alcalde socialista republicano, Antonio García de Quintana. Supone la culminación de una etapa que se volverá a abrir, una vez recobrada la libertad, con la llegada a la alcaldía, tras las elecciones del 1 de marzo de 1979, de Tomás Rodríguez Bolaños, que tuvo que hacer frente, con limitadísimos recursos, a los numerosos problemas en los que estaba sumida una ciudad  con graves carencias de equipamientos en sus barrios periféricos, amén de la situación de deterioro y destrucción de buena parte de su centro histórico.

           En este recorrido dos figuras emergen con fuerza. Una es la de  Don Federico Landrove Moiño, catedrático de Física de la Escuela Normal, primer alcalde socialista elegido democráticamente en 1931, y  para quien la educación era la base de la profunda transformación que España iniciaba con la proclamación de la Segunda República, en un país con más donde las tres cuartas de la población era analfabeta. Landrove sería nombrado Director General de Primera Enseñanza por el ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, responsable de que durante este periodo, en plena crisis económica mundial, el presupuesto de educación pasara de 4 a 40 millones de pesetas  de la época, lo que permitió, entre otras realizaciones, construir en España más de 7.000 escuelas.

Federico Landrove 
            
Su familia fue víctima de una brutal represión tras la rebelión militar. Confinada su esposa, María López, en Olmos de Esgueva, su hijo,  Federico Landrove Pérez, abogado del Estado con el número uno de la oposición y diputado en Cortes, sería fusilado en Valladolid, mientras era encarcelada su esposa, que había dado a luz unos meses antes. Durante mucho tiempo se desconoció la suerte de esta familia. No se sabrá hasta mediados de los cincuenta, coincidiendo con la publicación de las memorias de un militante falangista de la fracción de Manuel Hedilla que compartiría celda con él en la prisión de Segovia, y en las que  daría a conocer su muerte y las terribles condiciones de su encarcelamiento, ya  gravemente enfermo. Fue así como la familia conoció el final del primer alcalde socialista de Valladolid. Datos que, recogidos por  su nieto, Gerardo Landrove Díaz, Catedrático de Derecho Penal .en la Universidad de Murcia, fueron dados a conocer por vez primera en el Ateneo Republicano de Valladolid  en el 2006.

            De relevante ha de ser calificada también la figura de Antonio García de Quintana, el mejor alcalde de Valladolid. Tras la publicación del libro “La Hija del Alcalde “ de Carmen Cazurro García de Quintana, Catedrática de Literatura Española en la Universidad de San Juan de Puerto Rico, los vallisoletanos conocemos con precisión los hechos que condujeron al asesinato de su abuelo el 7 de Octubre de 1937, tras ser condenado en Consejo de Guerra en un  juicio sin las mínimas garantías. Un juicio infame, en el que no se dejó declarar a ningún testigo, ni siquiera al Arzobispo Remigio Gandásegui, amigo personal del Alcalde y conocedor de su inocencia, y que además se celebró, para mayor escarnio,  en el Salón de plenos del Ayuntamiento. Otra manifestación más de la historia de la infamia. 

Su obra en la ciudad fue ingente. Baste recordar que en 1931 había en Valladolid  13.500 niños entre los 6 y los 11 años de los que solo estaban escolarizados 3. 000. El objetivo del alcalde era afrontar la situación  de los 10.500 restantes. De 59 escuelas en 1931 se pasó a 127 en 1933, al tiempo que se ponía en marcha un plan de comedores escolares para atender a más de 800 niños, proporcionando ropa y calzado a 2.500. Creó el Instituto de Puericultura que, entre otras actividades, facilitaba leche pasteurizada  a los lactantes a través del programa conocido como  “La gota de leche”, experiencia pionera en España, al tiempo que se dotaron bibliotecas y parques  infantiles,  como el del Poniente.

            Estos y otros temas serán objeto de la conmemoración que, a partir del 14 de enero, servirá de homenaje a todas estas figuras del municipalismo vallisoletano, enmarcadas en las celebraciones de un centenario destinado al reconocimiento de quienes tanto aportaron a la historia de Valladolid, y cuya obra no debe ser ignorada pues aporta una valiosa lección para cuantos entienden que el pasado de la ciudad concierne a todos sin exclusiones así como para los dirigentes socialistas ante la cambiante y compleja realidad del siglo XXI.