miércoles, 7 de noviembre de 2007

Un profesor del Instituto Zorrilla en la expedición del Pacífico




La celebración del 150 aniversario del Instituto Zorrilla, que coincide además con el centenario del emblemático edificio de la Plaza de San Pablo, permitirá dar a conocer aspectos muy interesantes de su historia, que revelan tanto la importancia que ha tenido el Centro en la vida y en la cultura de la ciudad como lo mucho que ha representado la enseñanza secundaria pública en el desarrollo de la docencia y de la investigación en España. Entre las huellas más destacadas convendría aludir a lo que representó la personalidad de Don Fernando Amor y Mayor, cuya  figura ha pasado desapercibida hasta que descubrí su nombre en la lista de los profesores con que contaba el Instituto en sus primeros años de existencia.

Nacido en Madrid el 24 de marzo de 1822, obtuvo la  Licenciatura en Farmacia por la Universidad Central, para alcanzar el grado de doctor en 1845. Desde el primer momento se decantó por la enseñanza secundaria, ejercida interinamente en los Institutos de Cuenca y de Córdoba, donde logró “plaza en propiedad” como catedrático de Ciencias Naturales y donde la actividad docente y científica llevada a cabo alcanzaría sus cotas más altas. Ejerció una importantísima labor como naturalista, en estrecha sintonía con los avances científicos de la época, lo que le permitió convertirse en España en uno de los impulsores de las modernas técnicas aplicadas al análisis de las especies naturales, merced a las conexiones mantenidas con el extranjero, y que pronto merecieron un reconocimiento explícito al ser premiado en la Exposición Universal de Londres (1851), elegido miembro de la Sociedad Entomológica de  Francia en 1853 y comisionado poco después por la Diputación y la Junta de Agricultura de la provincia de Córdoba como su representante en la Exposición Universal de París.
Son años particularmente fecundos en la vida profesional del naturalista, en los que su labor se despliega de forma significativa a través de sus aportaciones al conocimiento de la riqueza natural, mediante la aplicación de criterios científicos al inventario de minerales e insectos, al tiempo que, al amparo del respaldo otorgado por la Diputación cordobesa, proyecta sus investigaciones a la mejora y modernización de las actividades agrícolas, así como al tratamiento de las plagas que afectaban a los cultivos arbóreos, como parte sustancial de un considerable esfuerzo empírico que cristalizaría en sus “Estudios sobre la Agricultura en sus varias aplicaciones” (Córdoba, 1856), que algunos autores consideran como una de las síntesis más rigurosas y actualizadas de la época.  El mérito que le corresponde como artífice de la Escuela de Agricultura de Córdoba, de la que llegaría a ser Director, avala una brillante trayectoria al servicio de la aplicación práctica del conocimiento científico, solidamente respaldada además  por una significativa obra, en la que se incluyen títulos que evidencian la curiosidad intelectual de Fernando Amor y su fuerte vocación viajera o, mejor aún, expedicionaria (“Recuerdos de un viaje a Marruecos”).

La conjunción de ambas cualidades justifica la incorporación de Amor a la Comisión Científica del Pacífico al poco tiempo de que hubiera tomado posesión de su cátedra en el Instituto de Valladolid, procedente del de Córdoba. La invitación a formar parte de dicha Comisión modificó las expectativas que pudiera haber tenido durante su estancia en Valladolid, que, aunque efímera, no impide el que se su nombre haya de estar asociado siempre a la del Claustro del Instituto Zorrilla,  pues de él salió como integrante de una de las experiencias científicas y geoestratégicas más sobresalientes y singulares de la historia contemporánea de España. La experiencia acreditada como experto naturalista durante el viaje científico realizado al Norte de África  en 1859, donde llevó a cabo la tarea de recolección y clasificación de insectos y materiales de interés geológico, sirvió de argumento para asignarle la misma responsabilidad en la expedición iniciada en Cádiz, a bordo de una fragata de la Armada, el 10 de Agosto de 1862 con el propósito de investigar las riquezas naturales de los países americanos ribereños del Pacífico, aunque en su trayectoria incluía también el conocimiento del Río de la Plata, de las extensiones aún escasamente exploradas de la Patagonia argentina y el archipiélago de las Malvinas.


En suma, se trataba de un recorrido selectivo a lo largo de la costa atlántica, con numerosas incursiones en el interior, para, tras cruzar el Cabo de Hornos, profundizar en el conocimiento del espacio que más interesaba, es decir, las costas de Chile y Perú.  Y es que, al tiempo que interés científico, la realización del esfuerzo expedicionario encerraba una intencionalidad de alcance político, consistente en afianzar la articulación de las posesiones españolas de Ultramar mediante la selección de un enclave estratégico que permitiera conectar con Filipinas. Mas la experiencia de Fernando Amor en la epopeya se vería frustrada por la enfermedad que quebró su salud en el recorrido por el desierto del Gran Norte chileno, para acabar finalmente con su vida en el Hospital Francés de la ciudad californiana de San Francisco, donde falleció en Abril de 1863 y donde actualmente reposa. Puesto que nunca se ha hablado de este tema en Valladolid parece llegado el momento de hacerlo, rescatando del olvido una figura ligada a la historia de la enseñanza pública en nuestra ciudad y que ha de merecer la atención debida en la conferencia que sobre la Expedición del Pacífico y la obra de Fernando Amor pronunciará el Director del Museo Nacional de Ciencias Naturales, Don Alfonso Navas, en los actos conmemorativos organizados este mes por el Instituto Zorrilla.