La celebración del 150 aniversario del Instituto Zorrilla, que coincide además con el centenario del emblemático edificio de
Nacido en Madrid el 24 de marzo de 1822, obtuvo la Licenciatura en Farmacia por
la Universidad
Central , para alcanzar el grado de doctor en 1845. Desde el
primer momento se decantó por la enseñanza secundaria, ejercida interinamente
en los Institutos de Cuenca y de Córdoba, donde logró “plaza en propiedad” como
catedrático de Ciencias Naturales y donde la actividad docente y científica
llevada a cabo alcanzaría sus cotas más altas. Ejerció una importantísima labor
como naturalista, en estrecha sintonía con los avances científicos de la época,
lo que le permitió convertirse en España en uno de los impulsores de las
modernas técnicas aplicadas al análisis de las especies naturales, merced a las
conexiones mantenidas con el extranjero, y que pronto merecieron un
reconocimiento explícito al ser premiado en la Exposición Universal
de Londres (1851), elegido miembro de la Sociedad Entomológica
de Francia en 1853 y comisionado poco
después por la Diputación
y la Junta de
Agricultura de la provincia de Córdoba como su representante en la Exposición Universal
de París.
Son años particularmente fecundos en la vida profesional
del naturalista, en los que su labor se despliega de forma significativa a
través de sus aportaciones al conocimiento de la riqueza natural, mediante la
aplicación de criterios científicos al inventario de minerales e insectos, al
tiempo que, al amparo del respaldo otorgado por la Diputación cordobesa,
proyecta sus investigaciones a la mejora y modernización de las actividades
agrícolas, así como al tratamiento de las plagas que afectaban a los cultivos
arbóreos, como parte sustancial de un considerable esfuerzo empírico que
cristalizaría en sus “Estudios sobre la Agricultura en sus varias aplicaciones” (Córdoba,
1856), que algunos autores consideran como una de las síntesis más rigurosas y
actualizadas de la época. El mérito que
le corresponde como artífice de la
Escuela de Agricultura de Córdoba, de la que llegaría a ser
Director, avala una brillante trayectoria al servicio de la aplicación práctica
del conocimiento científico, solidamente respaldada además por una significativa obra, en la que se
incluyen títulos que evidencian la curiosidad intelectual de Fernando Amor y su
fuerte vocación viajera o, mejor aún, expedicionaria (“Recuerdos de un viaje a
Marruecos”).
La conjunción de ambas cualidades justifica la
incorporación de Amor a la Comisión Científica del Pacífico al poco tiempo de que hubiera tomado posesión de su cátedra en el
Instituto de Valladolid, procedente del de Córdoba. La invitación a
formar parte de dicha Comisión modificó las expectativas que pudiera haber tenido
durante su estancia en Valladolid, que, aunque efímera, no impide el que se su
nombre haya de estar asociado siempre a la del Claustro del Instituto
Zorrilla, pues de él salió como
integrante de una de las experiencias científicas y geoestratégicas más
sobresalientes y singulares de la historia contemporánea de España. La
experiencia acreditada como experto naturalista durante el viaje científico
realizado al Norte de África en 1859,
donde llevó a cabo la tarea de recolección y clasificación de insectos y
materiales de interés geológico, sirvió de argumento para asignarle la misma
responsabilidad en la expedición iniciada en Cádiz, a bordo de una fragata de la Armada , el 10 de Agosto de
1862 con el propósito de investigar las riquezas naturales de los países
americanos ribereños del Pacífico, aunque en su trayectoria incluía también el
conocimiento del Río de la
Plata , de las extensiones aún escasamente exploradas de la Patagonia argentina y
el archipiélago de las Malvinas.
En suma, se trataba de un recorrido selectivo a lo
largo de la costa atlántica, con numerosas incursiones en el interior, para,
tras cruzar el Cabo de Hornos, profundizar en el conocimiento del espacio que
más interesaba, es decir, las costas de Chile y Perú. Y es que, al tiempo que interés científico, la
realización del esfuerzo expedicionario encerraba una intencionalidad de
alcance político, consistente en afianzar la articulación de las posesiones
españolas de Ultramar mediante la selección de un enclave estratégico que
permitiera conectar con Filipinas. Mas la experiencia de Fernando Amor en la
epopeya se vería frustrada por la enfermedad que quebró su salud en el
recorrido por el desierto del Gran Norte chileno, para acabar finalmente con su
vida en el Hospital Francés de la ciudad californiana de San Francisco, donde
falleció en Abril de 1863 y donde actualmente reposa. Puesto que nunca se ha
hablado de este tema en Valladolid parece llegado el momento de hacerlo,
rescatando del olvido una figura ligada a la historia de la enseñanza pública
en nuestra ciudad y que ha de merecer la atención debida en la conferencia que
sobre la Expedición
del Pacífico y la obra de Fernando Amor pronunciará el Director del Museo Nacional
de Ciencias Naturales, Don Alfonso Navas, en los actos conmemorativos
organizados este mes por el Instituto Zorrilla.