lunes, 8 de junio de 2015

Monasterios abandonados




Adentrarse en la arquitectura medieval depara sorpresas infinitas. Ante un legado tan impresionante, y a menudo tan desconocido, el afán de aventura evita la prudencia frente a la satisfacción intuida por las presumibles sorpresas a que se abre el descubrimiento de lo ignorado. No hay barreras que lo impidan, ni obstáculos insalvables a tan grata pretensión. Cuando menos se lo espera, el viajero experimenta una atracción poderosa que le lleva a tratar de desentrañar los misterios escondidos tras la maleza que con el paso del tiempo se ha apoderado del lugar haciendo del monumento invadido un espacio tan apetecible como enigmático y, por ende, desafiante.

Monasterios desamortizados, cerrados al público por su condición de propiedad privada, en los que conviene adentrarse aun a riesgo de la propia seguridad física, amenazada por la dificultad del acceso. A la postre, el esfuerzo realizado se compensa con creces. La luz del día lo propicia al permitir conectar visualmente con ese entramado de tonalidades en el que la piedra, magníficamente tallada, crea el contrapunto con la zarza invasora. Salvada la barrera, el hecho de encontrarse sumido en el silencio del claustro, durante tanto tiempo abandonado, motiva la sensación de que la memoria patrimonial ha sido recuperada. Monasterio premostratense de Santa Cruz de Ribas, en Palencia.

viernes, 3 de abril de 2015

Aranjuez


Aranjuez es pura geometría de un espacio cuidadosamente  ordenado desde el siglo XVI al XVIII, que se conserva en sus casas de cortesanos o servidores de palacio, aún habitadas, y que nos enfrentan a su pasado de glorias reales, de huertas y acequias. Reflejo palmario de la construcción de un paisaje al servicio del poder real, todos sus elementos aparecen integrados en una estructura coherente, destinada a la creación del entorno identificado con el periodo de estancia de la Corona durante las primaveras. 








Llama la atención el acondicionamiento de los cursos de agua con ese fin. La elección del interfluvio formado entre el Tajo y el Jarama  marca en sentido primordial la existencia y la historia de Aranjuez: el agua como elemento placentero y como soporte vivificador de las inmensas huertas. De ahí el significado del río Tajo y del canal de derivación que rodea los jardines de la Isla, y el Palacio del Real Sitio, con su cascada de castañuelas, muestra aún su magnificencia, de Reyes y nobles, navegando sus aguas en las falúas reales.












Y aún, en la ciudad más alejada de la Corte, desde las calles de la Reina, el Príncipe y las Infantas, se conserva el esplendor del tiempo transcurrido en sus calles, plazas, fuentes, jardines y buhardillas. En el Palacio y en la Casa del Labrador, capillas y oratorios, sin catedrales, sin Inquisición, un espacio concebido para el descanso, diseñado para el juego, el placer, el ocio, y la expresión de las múltiples manifestaciones que derivan de la riqueza del poder absoluto. 




Este siglo XVIII tan francés, tan italiano y castizo, aquí se conserva hasta nuestros días.