martes, 9 de junio de 2009

El futuro de la esfinge: Barack Obama en El Cairo

Ni siquiera la belleza de las nubes grises con amenaza de tormenta en el cielo vallisoletano logró alejar de mi pensamiento la espléndida portada de "El Norte de Castilla" en la que se mostraba al Presidente de Estados Unidos, el  joven Barack Obama,  ante la árida, mineral y eterna imagen de la esfinge de Giza. La figura mira el tiempo, lo tiene en sus ojos, su mirada perdida lo ve pasar con la eterna belleza del origen, mientras conserva su esplendor en medio del desierto. Es una sensación que jamás se olvida. Es la que tuve con ocasión de mi primer viaje a El Cairo, cuando escribí que “la esfinge mira al futuro, mientras yo vuelvo el rostro para ver en ella el pasado”.



Lo he recordado de nuevo al comprobar que la imagen de Obama en ese entorno me ha dado la razón. Tal vez, en medio del desierto, y desde hace miles de años, la esfinge anclada en Giza esperaba al presidente norteamericano que para muchos de nosotros representa el futuro, pues no en vano el hecho de que un hombre de origen africano pise la capital egipcia como presidente del país más poderoso de la tierra y exprese allí la esperanza de muchos, resultó, en nuestro mundo global, perturbado, dolorido y en crisis permanente, una mirada de esperanza.

Y lo hizo con ese lenguaje natural, que no necesita ser interpretado, porque es razonable, sencillo,  claro y todo el mundo lo entiende. Y sabe bien lo que significa oírle decir que "La situación de los palestinos es intolerable. Sufren las humillaciones diarias que acompañan a la ocupación. Nunca daremos la espalda a su derecho legítimo a vivir con dignidad y un estado propio" o algo tan sorprendente como cuando alude a “un mundo de diversas religiones, culturas y formas de gobierno, en el que resulta difícil que una causa surja con poder suficiente para decir algo universal a los seres humanos”. Además, con ese orgullo de reconocer nuestro pasado como lugar de  encuentro y concordia, en esta  nuestra tan denostada Historia, confieso que la primera vez que en  un discurso de gran alcance un presidente  de EE. UU. hable de España me conmueve. Le deseo que logre alcanzar los objetivos expuestos en sus discursos, llanos, comprensibles y sensatos. Se le ve dispuesto a todo, libre. 


Sostiene Antony  Beevor  que nada destruye con mayor rapidez el espacio político de la concordia que la estrategia del miedo y la retórica de la amenaza. Sin miedos  ni amenazas, el discurso de Obama  habla claramente de esperanza.  En mi viaje de entonces pensé  que en Egipto el pasado y el presente  conviven sin futuro, se saben inmortales, se saben eternos, con eso les basta. Pienso hoy que quizás el futuro a este mundo sin salida de tantas gentes sin lugar y tantos lugares sin gente  se haya perfilado en El Cairo. 

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