martes, 3 de noviembre de 2009

De la Semana a la Seminci

              A los diecisiete, en el otoño, llegó para mí por primera vez la Semana Internacional de Cine Religioso y de Valores Humanos de Valladolid. Otra época, recuerdos que permanecen al calor de una experiencia inolvidable. Se celebraba en el desaparecido Cine Avenida, al que la sociedad vallisoletana accedía al caer la tarde con sus mejores galas, mientras  mis amigos y yo esperábamos pacientemente a la puerta, para, tras intentarlo, lograr entrar gratis en la sala. Ese mismo día, mientras, sin entrada, buscaba una butaca vacía, y los espectadores se esforzaban en seguir la traducción con auriculares, la sala se incendió de repente con los sonidos impactantes de las Carmina Burana de Carl Orff, creando un entorno mágico mientras en la gran pantalla un náufrago llegaba a una isla en medio de la noche de tormenta. La película era en sueco sin subtítulos. Bastaban la música y el paisaje. El llanto estalló de emoción en mis ojos, el llanto toda la película. El acomodador me llevó a un asiento, sin preguntar nada. Nadaba en lágrimas. Descubrí entonces a Ingmar Bergman, a Andrzej Wajda, a Luchino Visconti, a Pier Paolo Passolini, a Federico Fellini. Los mejores.

Hoy, Valladolid aparece inundado de cine en  este tiempo de primavera  declinante, que es ya otoño. Valladolid lleno de cinéfilos, vallisoletanos y foráneos, jóvenes y mayores, todos atando cabos, buscando las citas inexcusables, las sorpresas inesperadas. Volver a la Seminci, seguir persiguiendo el sueño de sentir la emoción, la emoción del paisaje, de la música, del dolor, del amor, despertar en la quietud de la sala a otros mundos,  navegar con la imaginación y abrirse a sensibilidades insospechadas. Aunque presto especial atención a “Tiempo de Historia“, el hecho de seguir con curiosidad cuanto se programa me permite sobrevivir al mundo que me rodea a la par que comprenderlo mejor. Este año con alfombra roja de guía, que recorre las calles y te lleva puntual a las salas, estrenando el Teatro Zorrilla.  Las gentes del cine se distinguen en la mirada perdida, en el andar por la calle, de manera informal, libres, y con frecuencia ilusionados. Es fácil encontrarse con estos o aquellos y sorprenderse en los encuentros, descubrir los rostros conocidos que no aciertas con seguridad a situar en el espacio. Aunque no cruces su mirada, están aquí.


Desde la Semana a la Seminci. En la Semana era casi imposible acceder a las entradas, sus precios no estaban al alcance de jóvenes y estudiantes, dominaba el protocolo, pero, aún así, lográbamos entrar y descubrir una mirada de belleza al exterior que conmovía, el cine ya era una pasión. En la Seminci, tantos descubrimientos,  con entradas a precios asequibles, tantas salas abiertas, horarios flexibles,  que permiten acceder a las múltiples exhibiciones, los encuentros, debates, foros. Sólo las miradas se quiebran en la inauguración o clausura, pero el resto de la Semana el espectáculo está abierto y todo cuenta, mientras la pantalla transmite ese inmenso caudal de sugerencias que acercan el arte, estimulan la imaginación y mantienen viva la capacidad mágica del cine.

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