viernes, 7 de junio de 2024

Cincuenta años de la promoción 1969-1974




PASADOS CINCUENTA AÑOS

El origen fue en estos paisajes inolvidables porque forman parte de nuestra vida para siempre, a pesar de los cambios que han experimentado con el paso del tiempo. Cuando volvemos a ellos aspiramos a encontrarnos con nosotros mismos en el ayer y, sobre todo, a encontrarnos con aquellos de nosotros que vivieron en esos mismos paisajes y compartieron las mismas emociones, sus rostros, sus recuerdos nos convocan en nuestro propio yo y eso marca la amistad imperecedera de aquellos tiempos de combate, de lucha por nuestra propia vida, el comienzo de los grandes cambios que se experimentan tras la decisiones tomadas a partir de aquellos 23 ó 24 años, que hoy nos convocan cuando éramos jóvenes, alegres, temerarios y felices.

Transcurridos 50 años volvemos a encontrarnos. Hemos tenido suerte. Nacidos en los cincuenta, pertenecemos a una generación que ha vivido más de mil años. Nuestra vida, cuando nacimos, se parecía a la Edad Media, pero sin guerras, sin hambre, creo que podemos decir que nuestra generación ha sido dichosa, nos hemos adaptado a los cambios y nos hemos convertido en resistentes, nos hemos reinventado, nos gusta la innovación pese a nuestra fragilidad.

Somos la única especie que conoce el mundo anterior a nuestro nacimiento, la única capaz de asomarse al misterio de los milenios antiguos. Nos encanta indagar en el ayer, viajamos por los meandros de la nostalgia y nuestra relación con el pasado es apasionada, porque es un sentimiento con nosotros mismos. Recordar viene del latín cordis, recordar es mirar el corazón. “La vida no es lo que uno vivió, sino lo que recuerda”, escribió Gabriel García Márquez

Hoy nuestra fragilidad se ha convertido en ligereza, en flexibilidad frente a nuestro propio destino. Hoy hemos llegado, espero, a la vida lenta, a disfrutar de la “utilidad de lo inútil” en palabras de Nuccio Ordine.

¿Y qué es lo útil y lo inútil? ¿Qué es?



Alexis de Tocqueville decía que “a lo largo de la vida hemos hecho constantes esfuerzos para alcanzar el bienestar, ha predominado en nosotros el amor a lo útil sobre el amor a lo bello”. Por su parte, Georges Bataille indica que “el bienestar de la familia y allegados ha sido a veces una idea obsesiva de lo útil en nuestra juventud y madurez”.

En la Geografía de la temporalidad humana son demasiadas las cosas que he tardado mucho tiempo en comprender. Hoy creo que la cultura es lo que conforma toda nuestra vida. Y además nos queda la palabra; “sin palabra no hay memoria”, afirmó Simone Weil y en la placidez de la vida transcurrida, en la que tantas cosas han pasado, nos encontramos con la naturaleza que no nos juzga y nos ofrece la buena soledad, la contemplación de lo bello, lo que nos serena.

La percepción de la edad… ¿Cómo nos percibimos a nosotros mismos? Es ahora cuando más necesitamos la insustituible inutilidad, algo que no implique un uso práctico, laboral. Ha llegado la importancia de lo inútil. En sus Ensayos escribe Montaigne: “es gozar, no el poseer, lo que nos hace felices”. Y es que lo inútil se asocia a los más bellos logros del arte, a la poesía, en la que lo que cuenta es el instante presente que da valor y sentido a la vida, A lo largo de nuestros años de aprendizaje hemos desarrollado esos saberes útiles que nos han permitido afrontarla, pero sobre todo somos conscientes de que el saber encierra belleza hasta comprender que el aprendizaje de eso que se consideraba inútil es ahora nuestro saber más preciado. Es la importancia del saber en sí que tan lentamente penetra en nosotros y que tanta felicidad nos proporciona.

El saber en sí desarrolla de tal manera el espíritu que siempre es beneficioso como un DON para quien lo posee y para el mundo, ya que, como destaca Michel de Montaigne, resaltando una idea en la que también insiste Ordine, “el conocimiento es la única riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse”. La seducción de los saberes, la pasión por el conocimiento es también un don que debemos practicar y que nosotros iniciamos al amparo de estos gruesos muros. De ahí que hagamos nuestra la observación de Goethe cuando señala que “no se conoce si no lo que se ama”.

Los libros contienen las palabras de los sabios. Forman parte de las obras de los mejores, poseedores de una cualidad que sobrevive a la erosión implacable del tiempo y que asegura su perennidad hasta nuestros días. Las ciencias, todas las ciencias llevan a veces a la apariencia de conocimientos inútiles, aunque es bien cierto que siempre evolucionan hacia el conocimiento del mundo que nos acoge, como dejó bien destacado el propio Galileo.

En 1907 Henri Poincaré subrayó que el valor de la ciencia reside en el hecho del placer que encontramos en la belleza de la naturaleza, en la armonía que su conocimiento e interpretación transmiten. En la actualidad ese agujero negro Sagitario A, situado en el centro galáctico de Vía Láctea, resulta para mí algo indefinible, aunque lo percibo como parte sustancial de ese Universo que nos alberga, como elemento clave de esa armonía constructiva y destructiva a la vez, lo que lo convierte en un desafío y en una pasión intelectual.

El objetivo del arte reside en la posibilidad de alcanzar la belleza, alejados ya de cualquier pretensión utilitarista. Unir la búsqueda de la belleza y nuestra virtud es lo que nos proporciona una invencible fuerza de ánimo y serenidad en las relaciones, dotadas de gran humanidad, con quienes nos rodean. Y además en ese vínculo que se establece entre el placer y la virtud – la ética, la moral, los principios – nuestra propia naturaleza busca la tranquilidad y la libertad mientras la contemplación de lo bello incita a la alegría inquebrantable y constante capaz de asegurar una comprensión benevolente con nuestras debilidades.

Queridos amigos, la contemplación consuela, se enriquece al observar la nevada apacible en la mudez del día, en un entorno dominado por el silencio puro, la desposesión resplandeciente, la claridad que todo lo abarca, por más que se muestre invisible. De ahí que la atención y la observación se conviertan en pura poesía, como una especie de consuelo en el que se refugia lo que Borges definió como “la secreta, compleja y modesta madurez”, En ese contexto, cobra pleno significado el papel que corresponde a la música como componente esencial de nuestra visión del mundo y de la sociedad. Comparto en ese sentido la acertada reflexión del poeta cuando señala que “bajo el influjo de la música, ese lenguaje universal, me parece que siento lo que en realidad no siento, que entiendo lo que en realidad no entiendo, que puedo hacer lo que no puedo. La música, en fin, me ayuda a ser otro”, que me permito calificar de más capaz, más valiente, más feliz.

Valladolid, 6 de junio 2024 


martes, 4 de junio de 2024

Homenaje a Tomás Salvador González (1952-2019)


 Texto publicado por la periodista Angélica Tanarro en El Norte de Castilla 

Una intensa jornada celebra la obra del poeta en el quinto aniversario de su muerte

Cuando se cumplen cinco años de su muerte, la voz del poeta Tomás Salvador (Zamora, 1952-Móstoles 2019), volvió a resonar ayer en Valladolid. Y lo hizo literalmente en la Casa Revilla donde una grabación en la que el poeta lee sus versos fue el colofón a una jornada en la que se vivió intensamente su recuerdo y en la que participó el núcleo duro de sus amistades, en su mayoría escritores vinculados a esta ciudad y a una publicación - El Signo del Gorrión - cuya trayectoria ha sido también objeto de una reciente publicación.

La amistad, la amistad entre poetas y escritores, la pasión por la creación, fue uno de los hilos conductores de su vida y esa amistad fue el eje principal de la conversación que mantuvieron en el inicio de la jornada y en el marco de la Feria del Libro de Valladolid, Ildefonso Rodríguez y Miguel Casado. El primero es el autor de un libro ‘Pliegue a pliegue’ en el que celebra, añora y confiesa el transcurso de una amistad basada en la intimidad, pero también en el respeto.

Para Tomás Sánchez Santiago, que abrió el turno de intervenciones en la mesa redonda que se celebró por la tarde, en la Casa Revilla, la poesía fue la manera de vivir del autor de poemarios como ‘La entrada en la cabeza’ o ‘Aleda’. “No hay suturas entre el poeta y el ser. Escribir como vivir era para él un acto de entrega”. Para Antonio Ortega, director de la colección que publicó la obra completa de Salvador en Dilema Editorial, la infancia y la memoria fueron los lugares de su poesía; el paisaje y el paisanaje del mundo rural y su lenguaje en vías de desaparición.

El poeta Víctor M. Díez, autor del ensayo que prologa su poesía reunida, se refirió a la voluntad de Tomás Salvador de vivir apartado del centro donde se supone que ocurre todo, en Arenas de San Pedro, “un lugar en el mundo para esperar el poema”. Por último, la faceta de poeta visual, la relación de Salvador con las artes plásticas fue puesta de manifiesto por Luis Marigómez, coordinador de la exposición que recoge algunos de sus poemas visuales, una categoría, una etiqueta, con la que su autor no estaba muy conforme pero que sirve para denominar ese trabajo en el que experimentaba con el collage, la fabricación de papel, siempre con el verso ‘encontrado’ como guía. Para Marigómez, Salvador bien podría ser el cualquiera de sus dos pájaros favoritos: el gorrión, por ser un pájaro que suele ir en grupo (Sánchez Santiago había manifestado antes que Salvador necesitaba el “murmullo de los otros para vivir”), o la oropéndola, pájaro tan hermoso como esquivo.

Intensa jornada que tuvo a dos mujeres en la sombra. La hermana del poeta María Antonia Salvador, impulsora de este homenaje y su viuda, Cristina del Teso, que custodia su legado y que estuvo acompañada en el acto por su hijo Bruno Salvador. Dos cosas quedaron finalmente de manifiesto. El poeta vivirá mientras su palabra se escuche en la intimidad de la lectura o en el gozo de la escucha compartida y que, como señaló Ortega, el lugar del recuerdo no es otro que el corazón.