Llama la atención el acondicionamiento de los cursos de agua con ese fin. La elección del interfluvio formado entre el Tajo y el Jarama marca en sentido primordial la existencia y la historia de Aranjuez: el agua como elemento placentero y como soporte vivificador de las inmensas huertas. De ahí el significado del río Tajo y del canal de derivación que rodea los jardines de la Isla, y el Palacio del Real Sitio, con su cascada de castañuelas, muestra aún su magnificencia, de Reyes y nobles, navegando sus aguas en las falúas reales.
Y aún, en la ciudad más alejada de la Corte, desde las calles de la Reina, el Príncipe y las Infantas, se conserva el esplendor del tiempo transcurrido en sus calles, plazas, fuentes, jardines y buhardillas. En el Palacio y en la Casa del Labrador, capillas y oratorios, sin catedrales, sin Inquisición, un espacio concebido para el descanso, diseñado para el juego, el placer, el ocio, y la expresión de las múltiples manifestaciones que derivan de la riqueza del poder absoluto.
Este siglo
XVIII tan francés, tan italiano y castizo, aquí se conserva hasta nuestros días.
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