Mi amistad con Francisco
Pino fue tardía y fugaz, pero a
la vez profunda como un rayo, y me dejó una imagen imborrable de su persona y
de su obra. Todo comenzó cuando una amiga común, Esperanza Ortega, me sugirió invitarle al que había sido su Instituto en Valladolid para que diera un
recital de poesía. No lo dudé un segundo
y una severa y heladora mañana de
comienzos de diciembre de 1998, mientras la nieve cerraba la escasa luz invernal, le recibí en la entrada
del Instituto Zorrilla; llegó tarde debido a las inclemencias del tiempo desde
su Pinar de Antequera, el público, unos trescientos quinceañeros, ellos y ellas , ya saben, estaba inquieto. Pero no se si
fue su elegancia innata, su atractivo natural, su voz o su palabra, lo que
hicieron que se creara un ambiente de auténtico y sereno placer en la sala, que
seguramente esos alumnos no olvidarán nunca.
Les
habló de su infancia en Valladolid, de sus clases y profesores en el Instituto,
de sus estudios en el extranjero, de sus poeturas, y finalmente comenzó una
imparable lectura de sus poemas. No preparamos para el evento visión alguna que
le acompañara, solo su voz , su palabra y su presencia llenaron la sala de
entusiasmo, diría incluso de pasión cuando leyó ese verso, dijo él, que
describía a su amada desde los dedos del pié a la nariz , su belleza, en esa locura del verano
de 1936 en Madrid.
Al
final fue un aplauso continuado y sentido , como ellos saben cuando de verdad
quieren darlo. El me decía "pues no son
tan malos estos chicos como dicen, ¿no?" Estaba entusiasmado recorrió las aulas, los laboratorios, los pasillos, quiso
ver los claustros, el patio del recreo, recorrimos el edificio del que tenía recuerdos imborrables. No
volví a verle, pero su elegancia fue tal que en la Navidad de ese año me
obsequió,nada menos , que con una
poetura a mi humilde persona, que conservo como oro en paño, agradeciendo con
verdadero afecto la invitación de la que
seremos eternos deudores.
Tengo
tal recuerdo de él que les haré una recomendación para visitar la exposición de
la calle la Pasión que conmemora el Centenario de su nacimiento 1910 – 2010, tengan la mirada puesta en lo
pequeño, en los trazos, dibujos, poeturas y textos que Francisco Pino nos dejó, tengan cuidado que no les
cieguen las aberrantes copias, por cierto muy bien enmarcadas que tratan de
agrandar su ya gigantesca obra y que a mí tanto me perturban, pues parece
que equivocan al extremo a la persona y a la obra de Francisco Pino, vayan
al fondo y recuerden sus versos:
“
Nada de verdad
nunca
verdad de nada “
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