viernes, 4 de julio de 2025

La obra de Don Ricardo Macías Picavea


 

Ricardo Macías Picavea

(1846-1899)

Catedrático del Instituto Provincial de Valladolid

 (1878-1899)


Comunicación presentada a las XVIII Jornadas Nacionales de Institutos Históricos (Las Palmas, 2-5 de julio de 2025) 

 

            La figura de Don Ricardo Macías Picavea ha sido objeto de numerosos estudios, dada su importancia y significado como representante del regeneracionismo en España a finales del siglo XIX, lo que me ha permitido el acceso a fuentes bibliográficas muy variadas y rigurosas[1]. Con esta comunicación deseo resaltar el alcance de su labor como docente, como Catedrático del Instituto Provincial de Valladolid y demostrar cómo la educación está en la base de su pensamiento regeneracionista y de su obra.

             Nació en la localidad de Santoña (provincia de Santander) en 1846, el mismo año que Joaquín Costa. Hijo de Francisco Macías, comandante de batallón y republicano de ideología, y de Saturnina Picavea, fue bautizado en su casa, debido a las dificultades de su nacimiento. En 1853 llega a Valladolid y posteriormente a León, debido al traslado de su padre. En 1860 fallece su madre, a la que dedicará su primer poema.

            El 15 de junio de 1863 obtiene el título de Bachillerato con Sobresaliente, comienza sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Valladolid, obteniendo el Grado en el año 1867. Ese mismo año prosigue sus estudios en la Universidad Central de Madrid, en la que serían sus profesores Julián Sanz del Río y Nicolás Salmerón, que tendrían gran influencia en su pensamiento. En 1868 participó como estudiante en los movimientos de la Gloriosa en Madrid, defendiendo claramente su carácter republicano. Ese mismo año, gozando de la confianza del General Prim, fue nombrado Auxiliar del Comandante de las Bibliotecas del Ministerio de la Guerra, pretendiendo una profunda democratización de las Fuerzas Armadas, sometiéndolas al poder civil. Sin embargo, la vinculación del General Prim a la Monarquía democrática y constitucional de Amadeo de Saboya y el fracaso de la Primera República llevaron a Macías Picavea al definitivo abandono del Ejército.

            En 1872 publica en Valladolid su primer libro, titulado Kosmos, de marcado carácter krausista, e inmediatamente agotado, del que solo conocemos algunos fragmentos por el trabajo que sobre dicha obra hizo Narciso Alonso Cortés. Un año después obtiene finalmente el título de Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Central de Madrid, cuyo Tribunal estuvo presidido por José Canalejas. En 1874 obtiene la Cátedra de Psicología, Lógica y Ética del Instituto Provincial de Tortosa (Tarragona). En 1876 consigue el título de Doctor en un Tribunal presidido por Emilio Castelar y Amador de los Ríos.

            Después de este intenso recorrido académico, llega al Instituto Provincial de Valladolid en 1878 como Catedrático de Latín y Castellano[2]. En Valladolid, y a partir de esta fecha, su formación dará un giro que supone del práctico abandono de su inicial krausismo y su evidente panteísmo reflejados en su primera obra, Kosmos, para dar comienzo a lo que será el elemento clave de su pensamiento: el regeneracionismo. Inicia a partir de entonces un profundo estudio del pensamiento filosófico y científico europeo, vinculado al desarrollo de loa cambios científico-técnicos, que están afectando a la sociedad y a la economía mundiales.

            A través de sus lecturas – centradas en Darwin, Schopenhauer, Hegel, Kant, Renán, Quinet-, y frente al aislamiento cultural de España, concibe la importancia y la necesidad de difundir en todo el país el alcance de estos cambios e innovaciones en toda España. Y lo hace además en unos momentos en los que, frente al racionalismo y a las corrientes intelectuales desarrolladas en Europa, predomina en nuestro país un pensamiento rígido, escolástico y reaccionario, sometido, sobre todo en la educación, al poder eclesiástico.

            En Valladolid, Macías Picavea manifiesta el significado de este pensamiento en su vida privada y en su labor docente. En su vida privada hacía hincapié en la práctica del deporte y en el contacto con la Naturaleza, mediante largos paseos, el ejercicio del footing, la pelota vasca, apareciendo como un personaje excéntrico al convertirse en el primer vallisoletano que hizo uso del velocípedo, con la consiguiente sorpresa que ello provocaba en la sociedad de la época.

            Casado con Romana Sanz Alcubilla, tuvo siete hijos, a los que puso nombres clásicos (Horacio, Romano, César, Elena, Octavia, Julia…). Fundador y participe activo en una tertulia, concebida con un marcado carácter republicano y demócrata, era considerado como un hombre sociable, hablador, bueno, ingenuo y un entusiasta apasionado de sus ideas.

            En 1880 funda, junto a sus compañeros de Instituto (Antolín Burrieza, Francisco López Gómez, Blas Carmona) la academia de Derecho, Filosofía y Letras y Notariado, de la que será Director hasta 1885. Su actividad docente en el Instituto Provincial aportará un cambio radical en los métodos de enseñanza, lo que le hará ser recordado como un profesor simpático, afable, preocupado por sus alumnos, contrario tajantemente al autoritarismo y a los castigos en las aulas. Fue defensor modelos renovados de enseñanza, cambios en el uso del lenguaje, con la finalidad de hacer comprensiva la ciencia y muy especialmente la defensa significativa y por primera vez de la libertad de cátedra, de la que dejará fiel testimonio en su obra Compendio Elemental y Razonado de Gramática General Latina, publicada en Valladolid, por la Imprenta Librería de Gaviria y Zapatero, en 1888.


            Además de esta actividad académica en el año 1881 inicia una intensa actividad pública, cuando funda, junto a José Muro, en Valladolid el 11 de febrero de ese año, coincidiendo con el aniversario de la Primera República, el periódico La Libertad, que se convertirá desde ese momento en el órgano del Partido Republicano Progresista. A diario publicará un artículo de opinión, en el que trasladará, por un lado, los principios del republicanismo (abolición de la esclavitud en las colonias, abolición de la pena de muerte, defensa del sufragio universal, de la igualdad, de la libertad), definiendo a la democracia como “la principal finalidad de la política”. Y lo hace en pleno régimen de la Restauración. Según él, el régimen democrático tiene como objetivo “la defensa de la dignidad en las relaciones sociales para derribar el despotismo”. Entre otros títulos de los artículos publicados, cabría destacar “El Estado”, “El Legislador”, “El trabajo y la democracia”, “Centralización y descentralización”, “La Provincia”, “El Municipio”, “La Enseñanza”, a los que se añaden otros dedicados a Valladolid y su provincia.

            En 1882 publica su obra La Instrucción Pública en España y sus reformas, inspirada en los principios de la Institución Libre de Enseñanza. Ese mismo año tiene lugar la celebración del Congreso Pedagógico Nacional, al que acudirá como representante del Claustro de su Instituto Provincial de Valladolid. En ese mismo evento será nombrado Miembro de la Comisión de Asesoramiento del Ministerio de Instrucción Pública, en cuyo seno manifiesta que “la educación, ejercida como función social para todos sus miembros, gratuita, obligatoria y para todos los seres humanos, hombres y mujeres, es la base de la mejora de la Nación, que conseguirá el aumento del prestigio social del Estado”. Sobre estos cimientos, llegará a elaborar un amplio programa de reformas. En la base de este planteamiento sobre la educación Macías Picavea concebirá los principios del Regeneracionismo, corriente de la que será considerado como uno de sus principales representantes[3].

 En 1882 obtendrá la Cátedra de Geografía e Historia del Instituto Provincial de Valladolid, y publicará una obra clave en su pensamiento: “Geografía Elemental de España”. La primera edición será llevada a cabo en 1895. Se trata de un compendio didáctico razonado, con relevantes aportaciones a la moderna ciencia geográfica, que en esos momentos aparece como una disciplina de gran desarrollo y proyección internacional. En esta idea insiste Enrique Tierno y Galván cuando afirma que “antes que él nadie había sabido enseñar latín en España y que la Geografía era una ciencia incógnita hasta que su curiosidad y buena intención le llevó a leer unos manuales extranjeros” [4]. 


    En la obra dedica una importancia destacada al conocimiento y exploración de la Geografía de España, con la finalidad de obtener una “idea real, clara, exacta y objetiva” de la realidad geográfica española, de modo que se convierta en un instrumento útil y pedagógico para el estudio y conocimiento de España. La referencia a sus epígrafes principales da buena idea de los contenidos y los propósitos didácticos de esta obra singular. Así concibe “el relieve, el clima, el problema hidrológico nacional, la influencia del medio natural en el desarrollo, el territorio como fundamento del Estado, el desarrollo de la industria”, a los que se añade un compendio de la realidad social, de sus rasgos estructurales.

            En 1895 es elegido miembro de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, hecho que coincide con su decisión de abandonar la dedicación a la política. Ello se debe a que sus principios políticos se oponen abiertamente al modelo caciquil y reaccionario de la Restauración. También influye su oposición a la guerra, que “convierte a las clases más desfavorecidas en carne de cañón y genera unos gastos ilimitados para un Estado de gran fragilidad económica”. En este contexto, decide renunciar a la dirección del periódico La Libertad y a su condición de concejal del Ayuntamiento vallisoletano, para la que fue elegido en 1891.           

            En 1897 y 1898 – estructurada en dos partes, una por año -  publica su novela Tierra de Campos, concebida como la novela regional de Castilla, en la que hace una reflexión significativa cuando escribe que “en Castilla la Vieja, la grandeza histórica y de España se ha desvanecido”. Estudia “el paisaje y el paisanaje”, convertidos en los pilares de su visión regeneracionista de la realidad castellana. Esta obra – que llevó a Emilia Pardo Bazán a considerarle como “el novelista de Castilla” [5]- puede ser considerada como el fundamento ideológico de la que habrá de ser su obra cumbre: “El problema nacional”, publicada en Madrid por la Librería General de Victoriano Suárez En ella plantea que “el territorio es el asiento de la naturaleza física del Estado. Así que la Geografía se convierte en la primera ciencia nacional”.




           En 1898 Joaquín Costa convoca en Zaragoza la Liga Nacional de Productores, que se ha de celebrar al año siguiente. Macías Picavea decide que su obra sobre sobre “el problema nacional” sea presentada y debatida en ese encuentro. El objetivo esencia, por tanto, de esa obra debe ser la utilidad práctica de sus aportaciones al gran debate sobre la regeneración de España. Logrará que esta obra se publique coincidiendo con la celebración de esa convocatoria, pero, al poco tiempo, fallecerá el 11 de mayo de 1899, en Valladolid, a la edad de 53 años.

 



[1] Entre ellas, cabría destacar la realizada por Fernando Hermida de Blas: Ricardo Macías Picavea a través de su obra. Valladolid, Junta de Castilla y León, 1998. 235 págs.

[2] El hecho tuvo lugar tras la vacante producida por el fallecimiento de su titular, Manuel Rivera Beneitez, quedando Macías Picavea como “escedente (sic) de la asignatura de Psicología, Lógica y Ética en el Instituto de Tortosa, tomando posesión el 28 de mayo”.  Vid. Memoria acerca del estado del Instituto de Segunda Enseñanza. Provincia de Valladolid durante el Curso de 1877 a 1878. Por el Secretario Don Francisco López Gómez. Valladolid, Imprenta y Librería Nacional y Extranjera de H. de Rodríguez. Libreros de la Universidad y del Instituto. 1878. Pg. 7.

[3] Fernando Hermida de Blas: Ricardo Macías Picavea a través de su obra. Valladolid, Junta de Castilla y León, 1997. 238 pgs. Pg. 7

 

[4] Enrique Tierno Galván: “Macías Picavea y el Regeneracionismo”, en Estudios de Ciencia Política y Sociología, homenaje al profesor Carlos Ollero, Madrid, 1972,. pp. 801-826. Pg. 80

[5] Real Academia de la Historia. Memoria Hispánica.  https://historia-hispanica.rah.es/biografias/27869-ricardo-macias-picaveaç





 Grupo de Valladolid en las XVIII Jornadas de la ANPDPHI

viernes, 7 de junio de 2024

Cincuenta años de la promoción 1969-1974




PASADOS CINCUENTA AÑOS

El origen fue en estos paisajes inolvidables porque forman parte de nuestra vida para siempre, a pesar de los cambios que han experimentado con el paso del tiempo. Cuando volvemos a ellos aspiramos a encontrarnos con nosotros mismos en el ayer y, sobre todo, a encontrarnos con aquellos de nosotros que vivieron en esos mismos paisajes y compartieron las mismas emociones, sus rostros, sus recuerdos nos convocan en nuestro propio yo y eso marca la amistad imperecedera de aquellos tiempos de combate, de lucha por nuestra propia vida, el comienzo de los grandes cambios que se experimentan tras la decisiones tomadas a partir de aquellos 23 ó 24 años, que hoy nos convocan cuando éramos jóvenes, alegres, temerarios y felices.

Transcurridos 50 años volvemos a encontrarnos. Hemos tenido suerte. Nacidos en los cincuenta, pertenecemos a una generación que ha vivido más de mil años. Nuestra vida, cuando nacimos, se parecía a la Edad Media, pero sin guerras, sin hambre, creo que podemos decir que nuestra generación ha sido dichosa, nos hemos adaptado a los cambios y nos hemos convertido en resistentes, nos hemos reinventado, nos gusta la innovación pese a nuestra fragilidad.

Somos la única especie que conoce el mundo anterior a nuestro nacimiento, la única capaz de asomarse al misterio de los milenios antiguos. Nos encanta indagar en el ayer, viajamos por los meandros de la nostalgia y nuestra relación con el pasado es apasionada, porque es un sentimiento con nosotros mismos. Recordar viene del latín cordis, recordar es mirar el corazón. “La vida no es lo que uno vivió, sino lo que recuerda”, escribió Gabriel García Márquez

Hoy nuestra fragilidad se ha convertido en ligereza, en flexibilidad frente a nuestro propio destino. Hoy hemos llegado, espero, a la vida lenta, a disfrutar de la “utilidad de lo inútil” en palabras de Nuccio Ordine.

¿Y qué es lo útil y lo inútil? ¿Qué es?



Alexis de Tocqueville decía que “a lo largo de la vida hemos hecho constantes esfuerzos para alcanzar el bienestar, ha predominado en nosotros el amor a lo útil sobre el amor a lo bello”. Por su parte, Georges Bataille indica que “el bienestar de la familia y allegados ha sido a veces una idea obsesiva de lo útil en nuestra juventud y madurez”.

En la Geografía de la temporalidad humana son demasiadas las cosas que he tardado mucho tiempo en comprender. Hoy creo que la cultura es lo que conforma toda nuestra vida. Y además nos queda la palabra; “sin palabra no hay memoria”, afirmó Simone Weil y en la placidez de la vida transcurrida, en la que tantas cosas han pasado, nos encontramos con la naturaleza que no nos juzga y nos ofrece la buena soledad, la contemplación de lo bello, lo que nos serena.

La percepción de la edad… ¿Cómo nos percibimos a nosotros mismos? Es ahora cuando más necesitamos la insustituible inutilidad, algo que no implique un uso práctico, laboral. Ha llegado la importancia de lo inútil. En sus Ensayos escribe Montaigne: “es gozar, no el poseer, lo que nos hace felices”. Y es que lo inútil se asocia a los más bellos logros del arte, a la poesía, en la que lo que cuenta es el instante presente que da valor y sentido a la vida, A lo largo de nuestros años de aprendizaje hemos desarrollado esos saberes útiles que nos han permitido afrontarla, pero sobre todo somos conscientes de que el saber encierra belleza hasta comprender que el aprendizaje de eso que se consideraba inútil es ahora nuestro saber más preciado. Es la importancia del saber en sí que tan lentamente penetra en nosotros y que tanta felicidad nos proporciona.

El saber en sí desarrolla de tal manera el espíritu que siempre es beneficioso como un DON para quien lo posee y para el mundo, ya que, como destaca Michel de Montaigne, resaltando una idea en la que también insiste Ordine, “el conocimiento es la única riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse”. La seducción de los saberes, la pasión por el conocimiento es también un don que debemos practicar y que nosotros iniciamos al amparo de estos gruesos muros. De ahí que hagamos nuestra la observación de Goethe cuando señala que “no se conoce si no lo que se ama”.

Los libros contienen las palabras de los sabios. Forman parte de las obras de los mejores, poseedores de una cualidad que sobrevive a la erosión implacable del tiempo y que asegura su perennidad hasta nuestros días. Las ciencias, todas las ciencias llevan a veces a la apariencia de conocimientos inútiles, aunque es bien cierto que siempre evolucionan hacia el conocimiento del mundo que nos acoge, como dejó bien destacado el propio Galileo.

En 1907 Henri Poincaré subrayó que el valor de la ciencia reside en el hecho del placer que encontramos en la belleza de la naturaleza, en la armonía que su conocimiento e interpretación transmiten. En la actualidad ese agujero negro Sagitario A, situado en el centro galáctico de Vía Láctea, resulta para mí algo indefinible, aunque lo percibo como parte sustancial de ese Universo que nos alberga, como elemento clave de esa armonía constructiva y destructiva a la vez, lo que lo convierte en un desafío y en una pasión intelectual.

El objetivo del arte reside en la posibilidad de alcanzar la belleza, alejados ya de cualquier pretensión utilitarista. Unir la búsqueda de la belleza y nuestra virtud es lo que nos proporciona una invencible fuerza de ánimo y serenidad en las relaciones, dotadas de gran humanidad, con quienes nos rodean. Y además en ese vínculo que se establece entre el placer y la virtud – la ética, la moral, los principios – nuestra propia naturaleza busca la tranquilidad y la libertad mientras la contemplación de lo bello incita a la alegría inquebrantable y constante capaz de asegurar una comprensión benevolente con nuestras debilidades.

Queridos amigos, la contemplación consuela, se enriquece al observar la nevada apacible en la mudez del día, en un entorno dominado por el silencio puro, la desposesión resplandeciente, la claridad que todo lo abarca, por más que se muestre invisible. De ahí que la atención y la observación se conviertan en pura poesía, como una especie de consuelo en el que se refugia lo que Borges definió como “la secreta, compleja y modesta madurez”, En ese contexto, cobra pleno significado el papel que corresponde a la música como componente esencial de nuestra visión del mundo y de la sociedad. Comparto en ese sentido la acertada reflexión del poeta cuando señala que “bajo el influjo de la música, ese lenguaje universal, me parece que siento lo que en realidad no siento, que entiendo lo que en realidad no entiendo, que puedo hacer lo que no puedo. La música, en fin, me ayuda a ser otro”, que me permito calificar de más capaz, más valiente, más feliz.

Valladolid, 6 de junio 2024 


martes, 4 de junio de 2024

Homenaje a Tomás Salvador González (1952-2019)


 Texto publicado por la periodista Angélica Tanarro en El Norte de Castilla 

Una intensa jornada celebra la obra del poeta en el quinto aniversario de su muerte

Cuando se cumplen cinco años de su muerte, la voz del poeta Tomás Salvador (Zamora, 1952-Móstoles 2019), volvió a resonar ayer en Valladolid. Y lo hizo literalmente en la Casa Revilla donde una grabación en la que el poeta lee sus versos fue el colofón a una jornada en la que se vivió intensamente su recuerdo y en la que participó el núcleo duro de sus amistades, en su mayoría escritores vinculados a esta ciudad y a una publicación - El Signo del Gorrión - cuya trayectoria ha sido también objeto de una reciente publicación.

La amistad, la amistad entre poetas y escritores, la pasión por la creación, fue uno de los hilos conductores de su vida y esa amistad fue el eje principal de la conversación que mantuvieron en el inicio de la jornada y en el marco de la Feria del Libro de Valladolid, Ildefonso Rodríguez y Miguel Casado. El primero es el autor de un libro ‘Pliegue a pliegue’ en el que celebra, añora y confiesa el transcurso de una amistad basada en la intimidad, pero también en el respeto.

Para Tomás Sánchez Santiago, que abrió el turno de intervenciones en la mesa redonda que se celebró por la tarde, en la Casa Revilla, la poesía fue la manera de vivir del autor de poemarios como ‘La entrada en la cabeza’ o ‘Aleda’. “No hay suturas entre el poeta y el ser. Escribir como vivir era para él un acto de entrega”. Para Antonio Ortega, director de la colección que publicó la obra completa de Salvador en Dilema Editorial, la infancia y la memoria fueron los lugares de su poesía; el paisaje y el paisanaje del mundo rural y su lenguaje en vías de desaparición.

El poeta Víctor M. Díez, autor del ensayo que prologa su poesía reunida, se refirió a la voluntad de Tomás Salvador de vivir apartado del centro donde se supone que ocurre todo, en Arenas de San Pedro, “un lugar en el mundo para esperar el poema”. Por último, la faceta de poeta visual, la relación de Salvador con las artes plásticas fue puesta de manifiesto por Luis Marigómez, coordinador de la exposición que recoge algunos de sus poemas visuales, una categoría, una etiqueta, con la que su autor no estaba muy conforme pero que sirve para denominar ese trabajo en el que experimentaba con el collage, la fabricación de papel, siempre con el verso ‘encontrado’ como guía. Para Marigómez, Salvador bien podría ser el cualquiera de sus dos pájaros favoritos: el gorrión, por ser un pájaro que suele ir en grupo (Sánchez Santiago había manifestado antes que Salvador necesitaba el “murmullo de los otros para vivir”), o la oropéndola, pájaro tan hermoso como esquivo.

Intensa jornada que tuvo a dos mujeres en la sombra. La hermana del poeta María Antonia Salvador, impulsora de este homenaje y su viuda, Cristina del Teso, que custodia su legado y que estuvo acompañada en el acto por su hijo Bruno Salvador. Dos cosas quedaron finalmente de manifiesto. El poeta vivirá mientras su palabra se escuche en la intimidad de la lectura o en el gozo de la escucha compartida y que, como señaló Ortega, el lugar del recuerdo no es otro que el corazón.

 

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Recuerdos del Guadiaro

 


Al leer el artículo publicado sobre " 
Sotogrande: 60 años de la urbanización creada por y para ricos donde “el valor diferencial es el dinero” tuve conocimiento de que fue un militar, un próspero coronel estadounidense, el que levantó este complejo contando con el favor del franquismo, y convertido en un lugar donde se vive dentro de una burbuja de placeres, alejados del mundo. Se muestra como una felicidad inducida en medio de la belleza del paisaje en el que emergen mansiones extraordinarias y espléndidos campos de golf. Un paraíso artificial sobre un entorno natural privilegiado, en fin. 



No pude evitar, tras su lectura, el recuerdo de un tiempo ya 
lejano y la figura de mí padre, un estudiante que, en 1937 y con 18 años, se encontró formando parte de un ejército que combatía en nuestra cruel guerra civil. En Ávila fue adiestrado por los alemanes en una feroz disciplina militar y en apenas unos meses como Alférez Provisional combatió en Teruel, El Ebro, Rubielos de Mora, Barcelona y Madrid. Al acabar la guerra con el grado de Teniente, y por decisión propia, abandonó el ejército y decidió apostar por el estudio, el magisterio y la lectura, su pasión, en su Castilla natal. 

Nunca nos habló de sus hazañas bélicas, aunque recibió varias medallas por su valor en el frente, las medallas las encontramos mis hermanos y yo en un baúl en una vieja casa castellana. Conservó amigos de aquel tiempo, pero solo nos decía que lo peor era la guerra, nada más trágico. En 1940 fue de nuevo, llamado a filas y enviado al Campo de Gibraltar para la defensa de España frente a una posible invasión inglesa desde el Peñón. En el valle del Guadiaro, el espacio que precisamente tenía que defender, las dificultades eran enormes, combatiendo no solo el mosquito anófeles que infectaba las aguas y las cabañas de los soldados, cubriendo el interior de sus techos de cañas, ocasionando la enfermedad que diezmaba la tropa, agravada por las carencias de la comida. En una ocasión decidió incautar un camión cargado de garbanzos para alimentar a sus soldados que llevaban semanas comiendo alfalfa y otras hierbas, por lo que fue sometido a un Consejo de Guerra que se celebró en Sevilla.

 El viaje en tren desde Cádiz y Sevilla, acusado de alta traición en una larga noche de ansiedad, le ocasionaría una úlcera de estómago con terribles hemorragias, que, pese a dos  operaciones, no se recuperaría jamás, fue absuelto y con el grado de capitán a los 25 años abandonó por segunda vez y con carácter definitivo el ejército por su propia voluntad. Cuando viajé por primera vez al Guadiaro en los años ochenta le conté los cambios que se habían producido en esos paisajes de su memoria. No lo comprendía.

Murió sin que me diera cuenta, nunca recibió nada por el enorme esfuerzo al que dedicó su juventud. Se llamaba Tomás Salvador Casado y nos enseñó ¡tantas cosas! Nunca olvidó las terribles experiencias vividas en un lugar hoy paradisiaco.

lunes, 29 de agosto de 2022

El fin de un ciclo. Tomás Salvador González: siempre en el recuerdo

 


    Amaneció un hermoso cielo gris que oscurecía la mañana. Después la lluvia que no habíamos visto desde hacía 5 ó 6 meses comenzó a caer con tal fuerza que no veíamos el camino, pero a pesar de la cortina de agua seguimos nuestro viaje a Fontanillas de Castro (Zamora).

            

Esa lluvia tan esperada nos creó una gran incertidumbre en nuestro viaje desde Tordesillas con Bruno, Cristina, Boni y María Ángeles, Fernando y yo, pero esa lluvia tan deseada como imprevista creó un insólito paisaje húmedo con cielos de tormenta tan turbios como resplandecientes “Se apozan los signos en las nubes“. Allí estuvieron también, para acompañarnos, Carmen, José y Cipri, familiares entrañables, residentes en la zona. 



            
A mi hermano Tomás le gustaba la lluvia y también para todos nosotros resultó purificadora. Íbamos a cerrar un ciclo, íbamos a despedir la última ceniza de Tomás allá frente a la Sierra de la Culebra, en la cerca de piedra de la era triangular, lo poco que nos queda de aquel paisaje feliz de nuestra vida. Todo eran hierbas altas, senderos impenetrables y encharcados por la tormenta.

            En medio de la nada recité sus versos, sus poemas, lo que más me serena, en medio de la belleza que aún, a lo lejos conserva ese paisaje, esa belleza que nos envolvía, nos daba fuerza y nos recogimos en un abrazo. ¡Tantos recuerdos! Las casas viejas, abandonadas 

    ¡Es ya otro tiempo, otra vida, otro paisaje, otro mundo, otras vidas!

    Allí recordé este poema: 

"Que te baste la sola

presencia de los seres, el prado, unos pasos, 

la imaginaria línea recta que desciende

por la ladera del valle, todo lo que abarca la vista y sin emoción

desciende, el vuelo tan silencioso de los pájaros,

la manada dispersa

e inmóvil como si abrevara en medio de un río.

Oculta permanece la razón de las cosas:

el sendero se pierde

entre los helechos y la víbora se esconde, 

reúne para dormir la sombra de las matas"

De Aleda. En La sumisión de los árboles (1996)


            Nos acordamos de todos, los viajeros, los que ya habían vuelto al trabajo, los definitivos ausentes, cerramos el ciclo, pero persiste la belleza de sus textos que permanecerán en nuestra vida mientras tengamos memoria.     

 

martes, 26 de julio de 2022

El sentido de la belleza en Pablo Ransa

 



En el laberinto hostil en el que se desenvuelve la vida en las ciudades, tras los cristales las flores languidecen poco a poco. La mirada del espectador se pierde, sin poder evitarlo, en el infinito de ese laberinto desgarrador.  

Sus retratos nos interpelan, buscando salidas a esa incertidumbre del futuro que se cierne como la lluvia. Pero entre la inocencia y la mirada rota destaca la belleza de los rostros que piensan y recuerdan, que venden sueños. 

Decía mi hermano, el poeta Tomás Salvador González que “el objetivo último del arte es la posibilidad de la belleza”. La obra de su amigo Pablo Ransal, uno de los representantes más destacados de la pintura contemporánea, me lo ha recordado porque es la belleza, la que, pese a todo, destaca imperturbable.