Con motivo del homenaje ofrecido por el IES Zorrilla de Valladolid a Don Jesús Lérida Dominguez, Catedrático de Griego, le dediqué estas palabras
Cuando en el año 1970 llegué a
Valladolid, me sorprendió la negrura de sus edificios más emblemáticos, sumidos en la espesa y agobiante niebla invernal. Hablando con mis compañeros de segundo Curso de Comunes de la
Facultad de Filosofía y Letras, como Maria Dolores Cuesta Zulaica o Pascual Martínez Sopena, oí por primera vez hablar de D.
Jesús Lérida; siempre se le llamaba así, con una muestra de respeto y consideración o, mejor aún, de emoción y
entusiasmo, ya que, aunque nunca fue mi profesor, acudía puntualmente a sus clases de la mañana con la intención de disfrutar de sus explicaciones. Nunca me decepcionaron. Me situé al final
de aquellas amplias aulas, repletas de alumnos, y mi sorpresa fue, cuando nada
más comenzar, fijó en mí sus
brillantísimos ojos azules y me preguntó mi nombre, que no olvidaría jamás. Me levanté dispuesta a abandonar el aula, le dije que no figuraba en lista,
que solo había venido a escucharle, pero él no me dejó marchar y la clase fue un largo placer de aprendizaje.
A pesar
de la fragilidad de la memoria durante cuarenta años nunca he dejado de oír hablar de él a sus alumnas de bachillerato del Instituto "Núñez de Arce" de Valladolid; todas recuerdan sus enseñanzas, se saben de memoria los verbos polirrizos, es
decir, los verbos irregulares en griego,
recuerdan las palabras escritas día a día en la libreta de vocabulario. En su
asignatura muchas veces los exámenes eran sin avisar, cada construcción
sintáctica tenía una frase en griego
como ejemplo que había que aprenderse. Don Jesús Lérida era un seductor
del aprendizaje, un maestro de las palabras y las frases impecables, una curiosidad sin límites, una memoria prodigiosa, gran agilidad mental, lo que provocaba una permanente emoción en el aula, capaz de transmitir una auténtica pasión por el conocimiento. No solo enseñaba griego, educaba
constantemente, jamás perdió un solo
minuto, su objetivo era que cada hora, cada minuto de cada hora se
aprendiera, trasmitía la pasión por el mundo clásico, por la tragedia y la
comedia; era, en suma, la luz del saber en aquel mundo oscuro y mediocre. Es
que las autoridades educativas son las únicas que no han oído hablar de él.
He conocido profesores que después de tantos años aún se siguen emocionando al pronunciar su nombre como Dolores Nieto Arteaga, Carmen Cazurro García Quintana, Elena Álvarez, Adela Lequerica, Mª Antonia San José y muchos más. Fernando Manero le recuerda como su gran profesor de mirada penetrante y sabia, hasta el punto de considerarle como uno de los principales maestros en su formación universitaria. Hoy es su antiguo alumno, Jorge Manrique Martínez, quien, solícito, atento y generoso, le visita a diario.
Jesús Lérida en la presentación del libro de Carmen Cazurro García Quintana - "La Hija del Alcalde" - dedicado a su madre, hija de Antonio García Quintana, el último alcalde republicano de Valladolid. IES Zorrilla de Valladolid. 3 de junio de 2010
"Nosotros, seres finitos con espíritu infinito, no hemos nacido más que para el dolor y la alegría y casi podría decirse que los más distinguidos por el dolor obtienen la alegría". Esta frase de Beethoven, que un día me comentó mi amiga Dolores Nieto, me recuerda a D. Jesús Lérida, que siempre, pese al dolor, conserva la alegría. La alegría que procura una vida fecunda al servicio de la educación y a favor de un mundo mejor, admirado por sus alumnos y cuantos tuvieron la suerte de conocerle y recibir sus enseñanzas.
Gracias, D. Jesús Lérida Domínguez, maestro único e inimitable de tantos maestros.
Acabo de recibir la triste noticia de la muerte del Profesor Lérida. Ha fallecido en Valladolid en la tarde del viernes 9 de enero de 2015, a la edad de 90 años. Fernando y yo hemos ido a visitarle por última vez al tanatorio donde reposaba. Hemos saludado a su hijo José María y transmitido a su familia el pesar por tan triste pérdida. A la salida de la ceremonia religiosa de despedida hemos compartido con un nutrido grupo de profesores, compañeros y amigos, las sensaciones que nos unen en torno a las experiencias vividas con el maestro que ha sido de todos nosotros. Mientras comentábamos estas experiencias, Dolores Nieto nos ha recitado de corrido los verbos polirrizos del griego, como si acabara de salir de una clase de Lérida. Un emotivo homenaje a su memoria. Personalmente, siento mucho la noticia, que me ha dejado tan desolada como repleta de recuerdos, todos ellos inolvidables. Siempre tendremos presente su legado intelectual, su bondad y su voz inconfundible. Descanse en paz.
He conocido profesores que después de tantos años aún se siguen emocionando al pronunciar su nombre como Dolores Nieto Arteaga, Carmen Cazurro García Quintana, Elena Álvarez, Adela Lequerica, Mª Antonia San José y muchos más. Fernando Manero le recuerda como su gran profesor de mirada penetrante y sabia, hasta el punto de considerarle como uno de los principales maestros en su formación universitaria. Hoy es su antiguo alumno, Jorge Manrique Martínez, quien, solícito, atento y generoso, le visita a diario.
Jesús Lérida en la presentación del libro de Carmen Cazurro García Quintana - "La Hija del Alcalde" - dedicado a su madre, hija de Antonio García Quintana, el último alcalde republicano de Valladolid. IES Zorrilla de Valladolid. 3 de junio de 2010
"Nosotros, seres finitos con espíritu infinito, no hemos nacido más que para el dolor y la alegría y casi podría decirse que los más distinguidos por el dolor obtienen la alegría". Esta frase de Beethoven, que un día me comentó mi amiga Dolores Nieto, me recuerda a D. Jesús Lérida, que siempre, pese al dolor, conserva la alegría. La alegría que procura una vida fecunda al servicio de la educación y a favor de un mundo mejor, admirado por sus alumnos y cuantos tuvieron la suerte de conocerle y recibir sus enseñanzas.
Gracias, D. Jesús Lérida Domínguez, maestro único e inimitable de tantos maestros.
Acabo de recibir la triste noticia de la muerte del Profesor Lérida. Ha fallecido en Valladolid en la tarde del viernes 9 de enero de 2015, a la edad de 90 años. Fernando y yo hemos ido a visitarle por última vez al tanatorio donde reposaba. Hemos saludado a su hijo José María y transmitido a su familia el pesar por tan triste pérdida. A la salida de la ceremonia religiosa de despedida hemos compartido con un nutrido grupo de profesores, compañeros y amigos, las sensaciones que nos unen en torno a las experiencias vividas con el maestro que ha sido de todos nosotros. Mientras comentábamos estas experiencias, Dolores Nieto nos ha recitado de corrido los verbos polirrizos del griego, como si acabara de salir de una clase de Lérida. Un emotivo homenaje a su memoria. Personalmente, siento mucho la noticia, que me ha dejado tan desolada como repleta de recuerdos, todos ellos inolvidables. Siempre tendremos presente su legado intelectual, su bondad y su voz inconfundible. Descanse en paz.