viernes, 17 de diciembre de 2010

Hablemos de PISA

En el año 1997 los Ministerios de Educación de los países de la OCDE decidieron establecer criterios de homologación cualitativa de los sistemas de enseñanza para el conjunto de los países miembros. En el 2000, un total de treinta países, entre ellos España, participaron en el primer estudio del Programa Internacional sobre la Evaluación de los Alumnos, conocido como Informe PISA. Se trata de un interesante análisis  de educación comparada, consistente en la realización de pruebas periódicas, destinadas a evaluar  con datos comparables las competencias de los alumnos a nivel internacional. Así, en el año 2000, el criterio básico para el análisis fue la comprensión lectora, para centrarse en el 2003 en el conocimiento matemático y  en el 2006 en la cultura científico-natural, culminando, de nuevo en el 2009, con la comprensión lectora. Se trata con ello de obtener una visión a largo plazo que obligue a los países implicados a mantener su presencia en el sistema evaluador y a abonar su participación durante doce años. Una participación que, en el caso de España, deciden las Comunidades Autónomas, al amparo de sus competencias en educación, con  la atribución además de poder ampliar la muestra de centros evaluables, como concretamente ha hecho Castilla y León desde  2003.

A estos tres dominios de destrezas se añade un cuestionario sobre la motivación, el entorno familiar y cultural del alumno, con la intención de precisar la validez de las respuestas y un mejor conocimiento de su entorno. La encuesta se realiza a partir de un umbral de edad estable, referido a alumnos de 15 años, independientemente del curso al que asistan, intentando que la muestra sea lo más representativa de  la población escolar de cada país, situada en el periodo final de la escolarización obligatoria, para de ese modo medir la calidad de su capital humano con perspectiva de futuro. En otras palabras, el informe PISA no evalúa lo que los alumnos aprenden en el aula, sino “el nivel de competencia indispensable para la vida a los 15 años de edad“.

Por otro lado, las pruebas no guardan relación con el currículum escolar vigente, más conceptual y con mayor desarrollo teórico en todos los campos a la vez que diverso en los países participantes. Si las pruebas versaran sobre esos conocimientos la valoración sería imposible, ya que se trata de evaluar “las aptitudes indispensables para llevar una existencia autónoma en las sociedades democráticas con economía de mercado“. De ahí que, aunque las pruebas no están ligadas a los currícula escolares, sí ponen a prueba los sistemas educativos y su grado eficiencia, lo que se convierte en un factor de estímulo para que los Estados establezcan medidas correctoras que mejoren los resultados ante las insuficiencias detectadas, casi siempre reveladoras de carencias estructurales en el funcionamiento del modelo educativo.

Pese a las dudas sobre su fiabilidad y la metodología utilizada a tan gran escala, los datos del último informe (2009) arrojan dos conclusiones inequívocas: España está por debajo de la media de los países de la OCDE, mientras Castilla y León se sitúa en los niveles más altos de la tabla. Nuestro país obtiene alta valoración en los criterios de equidad, lo que manifiesta el cumplimiento del principio constitucional en pro de la  igualdad de oportunidades desde la escuela, pero está lejos de la excelencia. Es un objetivo que no debe abandonarse, ya que, si bien hay que reconocer que el alumno excelente existe y es más frecuente de lo que pueda parecer,  tampoco es lo común: de ahí la importancia del esfuerzo cotidiano que ha de conducir al reconocimiento efectivo de las capacidades existentes y con frecuencia subestimadas.

Las causas de estos resultados son diversas. Destacaría,  por un lado, el hecho de que en nuestra región es muy difícil encontrar trabajo juvenil, pues tanto las familias como los alumnos saben que solo  el estudio y una buena preparación abre las puertas del futuro, una salida que lamentablemente les llevará a competir fuera de nuestra la región, que, como es bien sabido, exporta jóvenes bien preparados. Por otro lado, es evidente que  el dominio del lenguaje en la región es un hecho que contrasta con la situación existente en otras CC.AA., donde los debates y tensiones que suscita provocan un cierto deterioro en el conocimiento de la lengua en la que se plantea el nivel de comprensión lectora.

Sorprende, sin embargo, el escepticismo y el escaso debate que estos resultados suscitan en el profesorado. Tal vez si los resultados fueran en sentido contrario, quizás nos preocuparíamos más, pues estamos más  acostumbrados a soportar el fracaso  que a valorar el éxito, una vez que se nos ha retirado la categoría de experto en educación, que solo asiste a los que ocupan despachos en conserjerías y ministerios. Son éstos, y no los profesores de a pie, los que llenan los congresos de expertos en el tema como el celebrado recientemente en Valladolid con presencia del ministro Gabilondo, y al que, creo, ninguno de nosotros fue invitado. 

 Tras este balance deseo felicitar a los alumnos, auténticos protagonistas de los buenos resultados, a sus familias por el apoyo que dan a la escuela y convocar a los profesores a un debate sobre la realidad de la educación, la que se lleva a cabo en las aulas con la tiza en la mano, a manifestar nuestras opiniones para que sean atendidas, con el deseo de recuperar nuestra merecida condición de expertos, de dejar oír nuestras inquietudes en el diseño de las políticas educativas y de considerar como éxitos profesionales estos buenos resultados, a los que nosotros, y muchos antes de nosotros, hemos contribuido.