lunes, 18 de enero de 2010

En el centario del poeta Francisco Pino


Mi amistad  con Francisco  Pino fue tardía y  fugaz, pero a la vez profunda como un rayo, y me dejó una imagen imborrable de su persona y de su obra. Todo comenzó cuando una amiga común, Esperanza Ortega, me sugirió invitarle al que había sido  su Instituto en Valladolid para que diera un recital de poesía. No lo dudé un segundo y una severa y heladora  mañana de comienzos de diciembre de 1998, mientras la nieve cerraba la  escasa luz invernal, le recibí en la entrada del Instituto Zorrilla; llegó tarde debido a las inclemencias del tiempo desde su Pinar de Antequera, el público, unos trescientos quinceañeros, ellos y ellas , ya saben, estaba inquieto. Pero no se  si fue su elegancia innata, su atractivo natural, su voz o su palabra, lo que hicieron que se creara un ambiente de auténtico y sereno placer en la sala, que seguramente esos alumnos no olvidarán nunca.
            Les habló de su infancia en Valladolid, de sus clases y profesores en el Instituto, de sus estudios en el extranjero, de sus poeturas, y finalmente comenzó una imparable lectura de sus poemas. No preparamos para el evento visión alguna que le acompañara, solo su voz , su palabra y su presencia llenaron la sala de entusiasmo, diría incluso de pasión cuando leyó ese verso, dijo él, que describía a su amada desde los dedos del pié a la  nariz , su belleza, en esa locura del verano de 1936 en Madrid.
            Al final  fue un aplauso continuado y  sentido , como ellos saben cuando de verdad quieren darlo. El me decía "pues no son tan malos estos chicos como dicen, ¿no?" Estaba entusiasmado recorrió las aulas, los laboratorios, los pasillos, quiso ver los claustros, el patio del recreo, recorrimos el edificio  del que tenía recuerdos imborrables. No volví a verle, pero su elegancia fue tal que en la Navidad de ese año me obsequió,nada menos , que con una poetura a mi humilde persona, que conservo como oro en paño, agradeciendo con verdadero afecto la invitación  de la que seremos eternos deudores.
            Tengo tal recuerdo de él que les haré una recomendación para visitar la exposición de la calle la Pasión que conmemora el Centenario de su nacimiento  1910 – 2010, tengan la mirada puesta en lo pequeño, en los trazos, dibujos, poeturas y textos que Francisco  Pino nos dejó, tengan cuidado que no les cieguen las aberrantes copias, por cierto muy bien enmarcadas que tratan de agrandar su ya gigantesca obra y que a mí tanto me perturban, pues parece que  equivocan  al extremo a la  persona y a la obra de Francisco Pino, vayan al fondo y recuerden  sus versos:

                        “ Nada de verdad
                        nunca verdad de nada “