Dueños de un colosal y a la vez desolado paisaje, los bolivianos conviven
con la pobreza y el dolor desde tiempos ancestrales. Los nombres del horror
son también los mitos que aprendieron de sus antepasados en su lengua aymará nunca olvidada:
Tiwanaku, Illimani, Lago Titicaca. Afrontan el futuro con la esperanza de
comenzarlo todo de nuevo, rehacer el paisaje humanizado que contrasta, en su brutal
realidad, con la serena quietud, con la claridad de los Andes, de colosal
belleza. Es el Altiplano, el desolado paisaje
rural de cabañas de adobe y cubiertas de paja o hierba seca, formado por áridos
campos de cultivo donde escasos animales pastan en el secarral, y en el que las
figuras infantiles, protegidos por sus madres redondas con pollera en el suelo
y cubiertas con el sombrero característico, son la única nota de color que
destaca en la inmensa llanura de barro.
La ciudad dela Paz es gris en la madrugada.
La recuerdo envuelta en la niebla que, al descender, iba dejando al descubierto
la ladera formada por inmensas coladas de barro, derrubios y aglomerados como
si descendieran al fondo de la tierra, tapizada por una infinita arquitectura
de cubos de ladrillo sin enfoscar, sin concluir, aunque habitadas. Con las
primeras luces de la madrugada, a medida que la niebla se despeja y el cielo cobra
un intenso azul, aparecen las cumbres nevadas de los Andes en el horizonte de la Paz ; los Andes imponentes que
la cierran por el Oeste.
Desdela Paz se llega a Santa Cruz a través de una carretera tortuosa, que salva altitudes que van de los 4.000 a los 400 metros , y que se
divisa desde el aire como una sierpe desafiante. Al llegar al Oriente boliviano
se impone la visión de su inmensa llanura vegetal, ocupada por las plantaciones
tropicales en grandes explotaciones y los rebaños de ganados blanquecinos de
cuernos retorcidos. En la selva nocturna, el silencio es un ruido incesante de vida al acecho que
estalla colosal en la madrugada, desde los insectos a los graznidos salvajes
de aves y otros animales que crecen y
crecen. A veces el viento feroz llena las estancias de un polvo rojo y
penetrante que inunda el paisaje de una coloración borrosa. Es así, el cielo es
bruma de polvo, invisible claridad.
Santa Cruz se expande en medio del difícil laberinto boliviano. Donde antes era la selva y el multicolor del arbolado se extiende, desaparecida aquélla y con brutal certeza, la masa humana sumida mayormente en la miseria. Es mezcla de visiones, olores y comportamientos que en sus anillos periféricos nos acercan al círculo visible del infierno dantesco, abierto al mundo cada día en un sálvese quién pueda dentro de un desolado marasmo vital de gentes envueltas en el calor tropical por el que circula en lecho abierto la cloaca urbana. En el quinto anillo del barrio 3.000, vi “El Paraíso” en un rincón, ocupando una vasta extensión verde, con construcciones modernas, limpias, en las que la hermana Belén con su abierta sonrisa crea un orden que no impone. Múltiples estudiantes de todo el Cono Sur desarrollan allí su formación y ponen a prueba su inteligencia. De pronto, salas y comedores se llenan de otras gentes. Vi fotos de grupos de mujeres solas, o de ancianos o de soldados. También vi niños de verdad con múltiples discapacidades, en ropa deportiva celebrando felices las Olimpiadas Nacionales con sus maestros y monitores. Gentes diversas acuden a comer por turnos. Hay agua limpia en la ducha, comida diaria, silencio, soledad, tiempo para la reflexión y el debate y una gran solidaridad. En el espacio nocturno es el momento de la música, de las músicas de toda la “cintura cósmica del Sur”. No llegué a visitarla Casa Cuna donde las
madres, cuando no pueden sostener a sus recién nacidos, los llevan para
recuperarles de sus enfermedades y desnutrición crónicas.
Esla Ciudad
de la Alegría
del Proyecto Hombre, donde Nicolás Castellanos, ausente, está presente. Construida
con fondos de la Cooperación
española, un pedazo de paraíso en un rincón de Bolivia, yo lo vi. ¿Quieres
venir a palacio? Me dijo un día Martín, profesor entrañable. Creí que se
trataba de un verdadero palacio y, por curiosidad, acepté. La puerta abierta, y
franqueable a quien quiera, da a un pasillo de tierra envuelto en una
vegetación cubierta inevitablemente por el polvo del tráfico incesante de todo tipo de vehículos que recorren el Quinto
Anillo
que la rodea.
La casa rezuma pobreza, como todas las de su entorno. Es mínima en su arquitectura y pertenencias, con un reducido espacio de reposo para D. Nicolás Castellanos y el ocupado por las salas de algún cooperante entregado a una labor encomiable. La cocina y el baño reproducen las míseras condiciones de las viviendas, de esas construcciones de barro, con paredes y cubiertas donde se entremezclan la madera, el adobe o el ladrillo y algún vano, mínimo. Todo está en orden, mientras, como única nota de modernidad, un gran mapa de Bolivia, un ordenador y una mesa de madera clara. Yo lo vi todo y me impresionó.
Allí vive D. Nicolás, el que fuera obispo de Palencia. Decidió cambiar el confort de la residencia palentina por el “palacio” de Santa Cruz. Recientemente lo asaltaron en busca de dinero. Encontraron 57 dólares. Mas él es dueño de un tesoro intangible que nadie puede arrebatarle, su eterna juventud, su fortaleza a los más de setenta años y la bondad infinita de su persona. Dice Sándor Maraí que ”la juventud es una percepción singular de la vida y que mientras dura la juventud nadie puede hacernos daño”. Me dijo: “ya ves, en España los chicos lo tienen todo y no ven claro su futuro, aquí solo tenemos esperanza”.
La Paz (Bolivia)
La ciudad de
Desde
Santa Cruz se expande en medio del difícil laberinto boliviano. Donde antes era la selva y el multicolor del arbolado se extiende, desaparecida aquélla y con brutal certeza, la masa humana sumida mayormente en la miseria. Es mezcla de visiones, olores y comportamientos que en sus anillos periféricos nos acercan al círculo visible del infierno dantesco, abierto al mundo cada día en un sálvese quién pueda dentro de un desolado marasmo vital de gentes envueltas en el calor tropical por el que circula en lecho abierto la cloaca urbana. En el quinto anillo del barrio 3.000, vi “El Paraíso” en un rincón, ocupando una vasta extensión verde, con construcciones modernas, limpias, en las que la hermana Belén con su abierta sonrisa crea un orden que no impone. Múltiples estudiantes de todo el Cono Sur desarrollan allí su formación y ponen a prueba su inteligencia. De pronto, salas y comedores se llenan de otras gentes. Vi fotos de grupos de mujeres solas, o de ancianos o de soldados. También vi niños de verdad con múltiples discapacidades, en ropa deportiva celebrando felices las Olimpiadas Nacionales con sus maestros y monitores. Gentes diversas acuden a comer por turnos. Hay agua limpia en la ducha, comida diaria, silencio, soledad, tiempo para la reflexión y el debate y una gran solidaridad. En el espacio nocturno es el momento de la música, de las músicas de toda la “cintura cósmica del Sur”. No llegué a visitar
Es
La casa rezuma pobreza, como todas las de su entorno. Es mínima en su arquitectura y pertenencias, con un reducido espacio de reposo para D. Nicolás Castellanos y el ocupado por las salas de algún cooperante entregado a una labor encomiable. La cocina y el baño reproducen las míseras condiciones de las viviendas, de esas construcciones de barro, con paredes y cubiertas donde se entremezclan la madera, el adobe o el ladrillo y algún vano, mínimo. Todo está en orden, mientras, como única nota de modernidad, un gran mapa de Bolivia, un ordenador y una mesa de madera clara. Yo lo vi todo y me impresionó.
Allí vive D. Nicolás, el que fuera obispo de Palencia. Decidió cambiar el confort de la residencia palentina por el “palacio” de Santa Cruz. Recientemente lo asaltaron en busca de dinero. Encontraron 57 dólares. Mas él es dueño de un tesoro intangible que nadie puede arrebatarle, su eterna juventud, su fortaleza a los más de setenta años y la bondad infinita de su persona. Dice Sándor Maraí que ”la juventud es una percepción singular de la vida y que mientras dura la juventud nadie puede hacernos daño”. Me dijo: “ya ves, en España los chicos lo tienen todo y no ven claro su futuro, aquí solo tenemos esperanza”.